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El Tenerife aleja al Barcelona de la Liga

El Barcelona fracasó con estrépito en Tenerife. Resultó una derrota patética. Fue un equipo impotente el azulgrana. Valdano no quiso sumarse a las felicitaciones cosechadas por Cruyff que celebraba ayer su 45 aniversario y le mandó una merecidísima derrota, que pudo ser mucho más contundente.Fracasos como el de ayer escuecen a los aficionados barcelonistas más que otros. Y es que Cruyff llevaba ya días mofándose del Real Madrid y hoy le puede atrapar el Atlético. El Barça está en manos del Madrid o, si se quiere, de la Real Sociedad de John Benjamin Toshack, que hoy recibe al equipo de Beenhakker en un partido decisivo para la suerte de la Liga.

El Tenerife ofreció un partido pletórico. El recurso del fuera de juego y la presión agobiante que ejerció en todo el campo le permitieron sobrevivir en defensa y triunfar en ataque. Los isleños les echaron el lazo a los azulgrana y les inutilizaron hasta el aborrecimiento. La tarea atacante quedó en manos de los privilegiados: la cabeza de Redondo, punto de referencia para todo el equipo, y las piernas de Pizzi, que asomó como un cohete ante los cruces parsimoniosos de Koeman. La efectividad de Pizzi y del Tenerife en la primera parte fue brutal. Dos remates supusieron dos goles.

El Barcelona nunca estuvo a gusto en el campo. Recibió un gol muy temprano y sólo atinó a igualarlo momentáneamente en una acción tan preciosa como precisa de Amor. Dispuso después de dos remates francos, uno desaprovechado por Laudrup, -demasiado temeroso- y otro de Stoichkov resuelto por Agustín, y nada más.

El Tenerife llegó con reiteración a la portería del Barcelona en condiciones de remachar el choque -Quiqueen dos ocasiones, Dertycia en otras dos y, por último, Pier-, pero se estrelló en el muro que fue Zubizarreta.

El Barcelona, mientras, traspasó con frecuencia la divisoria sin encontrar huecos propicios para el disparo. Cruyff acabó por echar mano de la chistera y sacó a Alexanco de improvisado ariete -como en los viejos tiempos- mientras Julio Salinas se sentaba en el palco.

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