¿Hizo monseñor Escrivá algo bueno?
Soy un lector de EL PAÍS desde que se fundó y me precio de leerlo prácticamente todos los días del año. Sin embargo, tengo que coincidir en la opinión que ya les ha manifestado algún lector de que la política informativa de EL PAÍS con relación a la Iglesia católica dista mucho de ser objetiva e independiente, como proclama el propio lema fundacional del diario.Lamentablemente, esta opinión que yo tenía se ha visto confirmada por las noticias publicadas en el suplemento Domingo del 12 de abril y en el diario del día 13, en relación con la beatificación de monseñor Escrivá de Balaguer.
Y le digo esto porque, leyendo las informaciones que ustedes han publicado, creo que la impresión que saca cualquier lector que no conozca nada ni del Opus ni de monseñor Escrivá es la que encabeza esta carta como referencia: ¿pero hizo monseñor Escrivá algo bueno? Porque lo que se cuenta en las informaciones publicadas son siempre cuestiones negativas para monseñor Escrivá. Y creo que, objetivamente, cabe preguntarse cómo es que a la Iglesia católica y al Vaticano, aunque sólo sea por una pura cuestión de imagen, se les ha ocurrido beatificar a un sacerdote y, por tanto, ensalzar a la institución que él fundó si parece que todo lo que hizo fue malo.
¿Por qué tiene EL PAÍS un enfoque tan parcial en este tema? Y conste que no estoy discutiendo que en la vida de moseñor Escrivá o en el Opus no puedan existir cosas malas. Igual que las vidas de algunos santos de la Iglesia (pensemos en san Agustín, por poner un ejemplo), reconocidos por toda la cristiandad y no discutidos por nadie, tienen episodios que no son precisamente ejemplares.
Pero, volviendo al tema de sus informaciones, ¿ustedes creen de verdad que lo más importante del Opus es si tres o cuatro ex miembros se fueron de una forma u otra, y los trataron bien o mal cuando se fueron? ¿No piensan que ha sido objetivamente más importante en la historia de la Iglesia católica y del mundo que se abra camino una nueva espiritualidad, que ha dado lugar a la creación de obras sociales, escuelas, universidades, etcétera, y sobre todo a que muchas personas corrientes traten de amar lo más posible a Dios y a sus hermanos?
Viendo algunas de las noticias que se están publicando en la prensa en España estos días -entre las que incluyo, con tristeza, las suyas-, no puedo menos que pensar que estamos, como país, cumpliendo fielmente con una de nuestras peores tradiciones seculares: tratar de hundir y destrozar a un español que parece ser que logró algo de relevancia mundial. ¡Ah! Y no soy miembro del Opus Dei.-
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