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Las ratas de Quevedo

Las ratas se dejaron ver de nuevo ayer en las estaciones del metro, cuando se abrieron sus dependencias. En la de Quevedo, por ejemplo, uno de los empleados, Javier Jiménez, asegura que incluso un montón de usuarios pudieron ver a los roedores cuando se acercaban a los andenes. Para los empleados, la desratización del Metro es ahora algo primordial.En la estación de Tirso de Molina, por fin ayer se abrieron las taquillas, que permanecieron cerradas las 24 horas anteriores debido a que una de las trabajadoras había visto un ratón. Y en el recuento de quién ha visto roedores, José Antonio Guerrero, uno de los empleados en huelga, aseguró que a la entrada de Ventura Rodríguez un conductor vio también varias ratas que venían de los andenes.

Después de 18 días de huelga de limpieza, el aspecto del Metro, aun sin ratas, es desolador. Montones de papeles, zapatos, ropa vieja y restos de comida se acumulan junto a las paredes. El olor es insoportable en las estaciones más transitadas, como las de Sol, Callao y Argüelles, donde varios empleados de la compañía presentan eccemas y pupas en la cara.

"Esto es asqueroso", comentan dos vigilantes jurados de la empresa Candi, que aseguran salir a la superficie cada media hora porque no soportan el ambiente irrespirable de los pasillos.

Donde menos suciedad se acumula es en el interior de los vagones, precisamente los espacios más usados por los viajeros.

"Prefiero coger gérmenes"

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Los propietarios de una de las cafeterías situadas en el interior del Metro, punto de encuentro de la estación de Sol, se mostraban ayer muy disgustados por el cierre que ha decretado la empresa de este establecimiento, así como el de otro que poseen en la plaza de España. "¿A quién voy a pedir ahora responsabilidades por las pérdidas que pueda tener?", se preguntaba la dueña del bar. "¿Al Metro o a la propia patronal?".

Otras empleadas de varias tiendas ubicadas en la estación de Sol aseguraban que no podían aguantar más el ambiente que se vivía en el interior de los pasillos, por lo que para ellas la decisión de clausurar las tiendas era totalmente lógica.

La mayor parte de estas tiendas dependen de varias empresas que tienen su sede en Barcelona.

María Rodríguez, una de las taquilleras del Metro, aseguró que lo primero que hace al llegar a su puesto de trabajo es limpiar un poco la taquilla para poder atender a los viajeros. "No aguantaré estar con esta mascarilla todo el día; prefiero coger gérmenes", decía otra.

Otro trabajador añadió que lo más lamentable es que la gente no se queje. "Seguramente es porque no notan tanto las molestias", añadió. "Ellos sólo pasan por aquí".

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