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El espectáculo continúa

Apurado rescate de la temporada de primavera en el hipódromo de la Zarzuela

Hace sólo dos semanas parecía imposible que comenzase la temporada de primavera en el hipódromo de la Zarzuela. El último coletazo de una crisis de liquidez iniciada en 1986 fue el corte del agua y de la luz a finales de marzo. Una intervención de emergencia de la Agrupación de Propietarios de Caballos hizo lo imposible: los aficionados pudieron apostar ayer a sus favoritos en las primeras carreras de la temporada. Afortunadamente, el sol acompañó después de una semana de nubarrones. Unas 2.000 personas acudieron a la cita dominical.

Los adictos a las carreras de caballos son un público muy fiel, que no desea su desaparición Muchos aficionados cabeceaban ayer, pesarosos, al hablar del futuro del hipódromo.La mala gestión, la falta de publicidad de las competiciones y la dejadez de los medios de comunicación hacia este deporte eran los puntos del cuaderno de quejas de José Luis Reverte, un asiduo de las carreras. Su amigo Tomás Gómez, más nostálgico, se lamentaba de que algún día desaparezca un hipódromo "tan bien situado, tan hermoso y con unas instalaciones magníficas".

El público criticaba ayer al unísono al equipo gestor del hipódromo. Prácticamente nadie era ajeno al drama vivido en los últimos días.

Y es que este centro de encuentro de aficionados, jugadores y socios con solera ha estado a punto de suspender la temporada de carreras. La deuda de 2.500 millones acumulada por la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar -gestora del hipódromo- no sólo retrasó el inicio de las competiciones, fijado para el 17 de febrero: el 26 de marzo llegaba el suceso "vergonzoso", en palabras de un preparador: el corte de agua y luz por falta de pago. La sociedad adeudaba 3,2 millones al Canal de Isabel II y cuatro millones a la compañía de electricidad. La Agrupación de Propietarios se hizo cargo al día siguiente de ambas cuentas.

Entre los empleados había ayer sonrisas de alivio. Un taquillero afirmaba que en las semanas precedentes no había perdido la esperanza de ver en marcha la temporada. Los trabajadores llevaban un retraso en el cobro de sus últimas nóminas, que se saldó con la intervención de un grupo de socios, encabezados por el empresario Enrique Sarasola, que aportaron 100 millones de pesetas.

Carlos Pellón, jefe de apuestas hasta diciembre pasado, explicaba ayer que el hipódromo, tal como está organizada su gestión, no puede sostener la industria caballar. Son 750 los caballos que se cuidan en este recinto, en el que trabajan 280 empleados. Alfonso Páramo, socio de las instalaciones hípicas, exponía con claridad que éstas no pueden mantenerse con la aportación anual de 28.000 pesetas que hace cada uno de los 1.800 socios de hipódromo, además de los ingresos de las apuestas. "La única salida es que se convierta en una sociedad anónima", sentenciaba.

Los aficionados se encontraron ayer con la primera sorpresa de la temporada: la entrada al recinto, de 1.000 pesetas para adultos y 300 para niños, no daba derecho a apostar. Hasta el año pasado, con el tique de entrada se podía pujar por el mismo importe de su precio. A las cuatro de la tarde, un grupo de ancianos aficionados estaba amotinado en la puerta: para ellos, la entrada había sido gratis hasta la temporada pasada. Los mayores de 65 años sólo pueden entrar gratis ahora a tribuna, una localidad más alejada de la meta que la entrada de preferente.

Zona de socios

El tercer ambiente del hipódromo es la tribuna, zona restringida a los socios, situada frente al prado donde se exhiben los caballos antes de la carrera. Esta parte mantiene el aire de exclusividad de los clubes de antaño. El bar huele a puros habanos y café, y muchos de los socios y propietarios de las cuadras siguen desde sus mesas la carrera que retransmiten los monitores de televisión.Un socio que declina dar su nombre afirma que es un ambiente muy elitista y "conservador". Ayer, la tribuna era un hervidero de propuestas de soluciones a las dificultades que atraviesa el hipódromo.

Los cuatro meses de cierre del hipódromo de la Zarzuela han sido ruinosos para los profesionales que allí trabajan, según el último número de la revista hípica Recta Final, que señala cómo en estos meses cerca de 200 caballos han abandonado esta instalación hípica en busca de un hábitat menos gravoso. Los jinetes han sufrido la "bancarrota total", ya que viven del porcentaje de premios ganados.

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