_
_
_
_
_

Los científicos nucleares rusos, 'contra la pared'

"No se nos puede poner contra la pared, porque cuando alguien está contra la pared puede dejarse llevar por un mal impulso". Borís Murashkin se queja así, sobre todo, de sus malas condiciones de vida y de la imposibilidad de moverse libremente incluso dentro de su propio país. El es uno de esos 2.000 o 3.000 científicos e ingenieros nucleares rusos que tienen en sus cabezas altos secretos de Estado y que han contribuido decisivamente a que la desaparecida URSS lograra poseer 27.000 ojivas atómicas.

Pese a la precaria situación, el físico Murashkin asegura: "Ningún científico de mi nivel, y los conozco a todos, ha huido de Cheliabinsk 70 para irse al extranjero. Sobre los de Arzamás 16 he oído que uno de ellos pasó a Rumania, pero no lo sé con seguridad".Cheliabinsk 70 es una ciudad secreta de los Urales donde este físico trabaja desde 1958. Arzamás 16, situada en la región de Moscú, es su hermana gemela. Ambas constituyen el centro neurálgico del poder atómico de lo que fue la Unión Soviética, pero ello no impide que también allí falten viviendas y haya problemas graves de desabastecimiento. "No pensamos irnos, pero consideramos que por nuestra cualificación nos merecemos mejores condiciones de vida", insiste Murashkin, un científico que con sus 34 años de dedicación ha llegado a ser jefe de departamento, lo que le hace merecedor de un sueldo de 2.300 rublos (unas 2.300 pesetas).

Borís Muriashkin pertenece al Sindicato de Diseñadores de Cargas Nucleares, una nueva organización con la que estos científicos pretenden que se les tenga en cuenta. Por ejemplo, les gustaría que se les consultara sobre el Centro Internacional de Ciencia y Tecnología que Estados Unidos, Europa y Japón van a financiar para que los técnicos como él no se vayan de Rusia. "Hay cosas que hacen que recele de ese centro. Teóricamente, se hace para nosotros, pero no sabemos cómo van a ayudarnos. La única información que tenemos la hemos recibido a través de los diarios", lamenta.

60 explosiones nucleares

Este hombre, que ha colaborado con su trabajo en 60 explosiones atómicas, parte de la base de que son los propios diseñadores de los artefactos nucleares los más capacitados para encontrar la manera de desmantelarlos de forma segura. "¿En qué va a ayudarme un especialista extranjero si soy yo el que ha ideado la carga? Yo lo sé todo. Además, aún quedan cosas que hacen de un Estado un verdadero Estado, y una de ellas son los secretos nucleares". Un tanto airadamente, agrega: "No sé por qué este problema no se plantea también con los especialistas norteamericanos. Ellos también han de desmantelar sus cargas nucleares. Que me inviten y les ayudaré".Lo que pide Murashkin son medios para poder desarrollar su labor y depósitos bien acondicionados para mantener con seguridad los artefactos, tanto antes como después de su desmantelamiento; en definitiva, "necesitamos condiciones materiales que no tenemos y que se han de crear". Pero, sobre todo, lo que en estos momentos ansían él y sus compañeros es "un nivel de vida digno". Y cree que eso costaría una parte mínima de los 400 millones de dólares que el Congreso de Estados Unidos ha destinado al desmantelamiento de las ojivas ex soviéticas o los 60 millones destinados a poner en marcha el nuevo centro internacional. "Nosotros necesitamos que cada año se construyan 50 o 100 nuevas viviendas, y eso no costaría ahora más de 100.000 o 150.000 dólares", explica.

El presidente Yeltsin les prometió una mejora salarial en la visita efectuada el 28 de febrero a Arzamás 16. "No creo que la subida vaya a ser muy grande, porque la situación en Rusia es difícil y no se puede hacer todo a la vez", opina Murashkín.

En la reunión que mantuvo Yeltsin en Arzamás 16 participaron ya representantes de la Unión de Diseñadores de Cargas Nucleares, junto con las autoridades científico-administrativas de la ciudad, según relata Murashkin. Con quien no pudo hablar ningún representante del entonces grupo promotor del sindicato fue con el secretario de Estado norteamericano, James Baker, durante la visita que éste hizo el 14 de febrero a Cheliabinsk 70. "Corno alternativa, redactamos una carta dirigida a Bush y Yeltsin, y gestionamos que se le hiciera llegar a Baker", explica. Muy brevemente, la nota señala que los problemas sociales y económicos de los científicos nucleares siguen sin estar resueltos y alerta sobre las personas y organizaciones que ahora tratan de arrogarse su representatividad sin tenerla. Murashkin dice que, por el momento, "es imposible renunciar totalmente al arma nuclear", pero coincide con los dirigentes rusos y occidentales: "Lo importante es establecer las medidas de seguridad que impidan que caiga en manos de países para cuyos dirigentes la vida humana no significa nada".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_