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Adiós a la 'finlandización'

Finlandia, durante más de cuatro décadas, se ha sentido alejada de una Europa que se empeñaba en acuñar el término finlandización para expresar la neutralidad impuesta al país por la extinta Unión Soviética. La decisión del Gobierno de solicitar la entrada en la Comunidad Europea (CE) supone ante todo el fin del aislamiento de Helsinki y su recolocación en el mapa europeo. "Queremos ser la puerta de la CE hacia Rusia y los países bálticos", dijo a EL PAÍS Pertti Salolainen, viceprimer ministro y coordinador de la integración.

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Los finlandeses son apenas cinco millones de habitantes, gobernados por una coalición de centro-derecha y dirigidos por un presidente, Mauno Koivisto, salido de las filas socialdemócratas, y sobre quien recae la política exterior. Cuando a principios de febrero pasado, en el discurso de apertura del Parlamento, Koivisto señaló que Finlandia "defenderá mejor sus intereses dentro" que fuera de la CE, los ciudadanos se quedaron atónitos. El camino hacia Bruselas emprendía su recta final.Muchos empresarios comenzaron a ver la luz al final del túnel. La incertidumbre sobre si Finlandia llegaría a tiempo de tomar el tren en que la vecina Suecia y Austria viajaban hacia la CE había llevado a muchos de ellos a invertir fuera del país, agravando considerablemente la crisis económica desatada al derrumbarse el comercio con la antigua URSS.

En 1991, el producto interior bruto descendió un 6,4%, y el índice de desempleo está ya en el 13,5%. La crisis, de momento, no ha calado en el ciudadano de a pie, protegido por un magnífico sistema de seguridad social, pero las autoridades son eonscientes de la urgencia de encontrar nuevos mercados.

Al Parlamento corresponde ahora aprobar la solicitud de ingreso en la CE presentada por el Gobierno. Nadie duda de que saldrá aprobada. El mismo primer ministro, Esko Aho, se ha referido a que Europa está de moda, a pesar de que su partido es uno de los más acérrimos luchadores contra esta integración. El Partido del Centro, que lidera Aho, es el antiguo Partido Agrario, y por más que ha prometido a sus seguidores que defenderá a capa y espada los "necesarios subsidios" de la llamada "agricultura ártica", las bases no le creen y están en contra.

Según Jakko lloniemi, director de EVA (Centro de Estudios Políticos y Financieros), que agrupa a los empresarios finlandeses, un informe elaborado para este centro revela que de las 125.000 explotaciones existentes, sólo serán productivas dentro de 10 años unas 70.000 "independientemente de que se entre en la CE o no". La agricultura está subvencionadá en un 72%.

Al igual que el Partido del Centro, los verdes y los antiguos comunistas de la Alianza de Izquierda se encuentran divididos sobre la cuestión comunitaria. La mitad de las simpatizantes de estos partidos votará en un sentido y la otra mitad en el contrario. "Esto es una práctica habitual en Finlandia. Nunca hemos tenido auténticos desacuerdos ideológicos y, debido a que el sistema electoral no permite entrar a los partidos menores, se prefiere la libertad de voto a la escisión", destaca Raimo Väyrynen, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Helsinki.

Según las últimas encuestas, alrededor de 60 de los 200 miembros de la Cámara votarán en contra del ingreso en la CE, cuando el próximo día 18 se celebre la votación. Esta proporción es similar a la que se espera refleje el conjunto de la población en un referéndum, que se prevé para 1994, cuando ya estén finalizadas las negociaciones.

La neutralidad defendida por Finlandia tras dos guerras con la URSS es uno de los puntos más calientes del debate. En la coalición gubernamental se percibe un cierto abandono de ésta. El viceprimer ministro Salolainen señala que la cuestión del ingreso en la Unión Europea Occidental (UEO) debe dejarse para más adelante, y recuerda que, si en 1972 la URSS exigió a Helsinki que no entrara en la CE, los nuevos dirigentes rusos han aplaudido la decisión actual. La oposición, sin embargo, defiende la neutralidad: "Tenemos 1.300 kilómetros de frontera con Rusia, somos un país pequeño y la mejor forma de defendernos es manteniendo unas buenas relaciones con nuestro gran vecino", afirma Kalevi Sorsa, probable candidato por la socialdemocracia a las presidenciales de 1994.

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