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El Estudiantes se vengó del Real Madrid

El odio bien entendido, por supuesto, mueve montañas y no entiende de cansancios. El odio, ese que se forma a lo largo del tiempo y se alimenta de detalles como la salida de los madridistas a saludar en el último enfrentamiento liguero, predispone a hombres y espíritus para lograr hazañas que ni las dinámicas anteriores enseñan, ni incluso el sentido común recomienda.El Estudiantes ha puesto en más peligro si cabe su asalto a la Liga europea. Pase lo que pase el sábado va a tener que jugar un demoledor y completo fin de semana y los jugadores tendrán que anular las reservas que tenían en diferentes lugares para disfrutar de unas minivacaciones desintoxicantes. Seguro que nadie se acordará de ello,- ni mucho menos lo lamentará. El éxtasis de vencer a su más encarnizado rival, la devolución de la afrenta lanzada en pleno rostro hace 10 días con la suplantación de la segunda personalidad estudiantil -la de torero- vale más que razonamientos teóricos por muy coherentes que sean.

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El Estudiantes mereció el triunfo, y lo trabajó de principio a fin. Salvo en los primeros minutos, donde pareció que aquello iba a cumplir los desfavorables análisis previos, supo mandar, aguantar, sufrir y decidir. Y lo hizo sin ningún regalo por medio, salvo los habituales e incomprensibles balones que suelen perder los hombres dirigidos por Luyk.

Porque el Real Madrid, sin hacer un juego para tirar cohetes, intentó con mayor o menos éxito jugar sus coherentes bazas. Luyk dispuso en el inicio todo el séptimo de caballería gitante, en el segundo jugó con bajos, buscó siempre el juego interior, e incluso sacó de la manga a Villalobos, que estuvo a punto de ganar el partido.

A todo esto y a mucho más le echaron arrestos los cansados muchachos del Ramiro. Sin Azofra todo el partido, con Herreros anulado durante buena parte del encuentro (metió su primera canasta en el minuto 15) y con la escasa aportación del todavía muy verde Pablo Martínez. Pero contaron con un invitado estelar, Juan Aisa.

Resulta que después de elucubrar con la familia Martínez y ver la resurreción de Ruiz Paz, en el banquillo había un base emboscado. También tenían un excelente atleta, capaz de aguantar a Antúnez a toda marcha, y lo tenían tocado de la mano de Dios para meter esas canastas que sobreviven al paso del tiempo, como la de Milán o el triple de ayer. Pues todo eso estaba concentrado en un hombre que pasó por el Real Madrid de puntillas y que si tenía sed de venganza, ahora mismo no le cabrá nada en el estómago.

No fue la única vendetta, pues Antúnez estuvo a punto de acabar con las fuerzas y la tranquilidad de todo el Estudiantes (dio la impresión de no gozar en exceso de las simpatías de Pinone) a base de correr, correr y correr. Con sentido a veces, otras no, pero infligiendo un castigo fisico que pareció decidir la suerte del partido.

Pero a las espaldas del hasta que no se demuestre lo contrario, mejor equipo de Madrid fueron anchas y llegaron al final vivitos y coleando. Después de 20 rn.intuos de tanteo y 19 de .desenfreno, llegó la hora de jugar a la lotería. Y cayó negro. Merecido, no porque hubiese sido injusta otra vuelta al ruedo blanca, sino porque el Estudiantes hizo mayores méritos para ser acreedor de la alegría de ver desfilar cabizbajos a sus enemigos.

El Estudiantes volvió a demostrar que en cuestiones de casta,, eso que no se puede comprar ni vender en ningún lado, es un auténtico maestro. La Copa no entiende de favoritos, ni el Estudiantes de concesiones cuando tiene enfrente una camiseta blanca.

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