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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La CEI y el Ejército

SE MULTIPLICAN los problemas de todo orden en los países que forman parte de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), y cada vez es más acuciante responder al interrogante: ¿tiene futuro la Comunidad o sólo sirve de marco para la disolución de la antigua Unión Soviética? Lo que está claro, en todo caso, es que la URSS -con sus órganos políticos centrales- no dejó heredero. Ni lo es Rusia ni lo es la propia CEI. El único órgano que está ligado como tal a la Comunidad es el Ejército (al margen de unas relaciones económicas que se mantienen casi por inercia al existir una moneda común). Pero es un Ejército atípico: en lo estratégico tiene un mando único reconocido por las 11 repúblicas; en cuanto a las unidades tácticas, tres repúblicas (Ucrania, Azerbaiyán y Moldavía) están creando sus propias fuerzas armadas, y las otras ocho aceptan que se mantenga un ejército común. Existe un jefe de las Fuerzas Armadas, Sháposhnikov; un jefe de Estado Mayor, Sarnsonov, pero ¿de qué autoridad política dependen? De ninguna, ya que no existe órgano político de la CEI.Las gestiones que se desarrollan estos días en Moscú para preparar una asamblea de los Parlamentos de las repúblicas tienden, como mucho, a crear un órgano consultivo. La ausencia de un ejecutivo político otorga, pues, a las fuerzas de la CEI una autonomía excesiva y peligrosa; sobre todo en momentos de confusión y de descontento de los militares, inseguros de su futuro. En la práctica, Yeltsin -como presidente del país decisivo de la CEI, Rusia- es el que logra

establecer una mínima autoridad política sobre las Fuerzas Armadas. Pero es una situación desequilibrada que engendra otros peligros y el malestar de ciertas repúblicas contra una excesiva hegemonía rusa.

Ello se refleja en los conflictos entre Rusia y Ucrania. La decisión de esta última de tener su propio ejército plantea temas de gran complejidad: si se quedase con todos los tanques en su territorio (en virtud de una dislocación de fuerzas pensada para hacer frente a Occidente), tendría cinco veces mas que Francia. Está además la polémica sobre la flota del mar Negro, en la que no aparecen soluciones, al menos a corto plazo. ¿Cómo resolver contenciosos de este género? ¿Bilateralmente entre Rusia y Ucrania o en el plano de la CEI, en donde resulta cada vez más difícil alcanzar algún tipo de acuerdo?

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Por otra parte, Crimea se perfila como otro conflicto importante entre Rusia y Ucrania. La propia Asamblea de la península ha cuestionado su permanencia como zona autónoma dentro de Ucrania. ¿Cómo evitar que el problema se encone? La experiencia indica que, en momentos de descontento y penuria económica, las cuestiones fronterizas pueden provocar oleadas nacionalistas peligrosas. De nuevo aquí la CEI carece de autoridad para realizar una acción mediadora. No es posible confiar simplemente en que Ucrania y Rusia lleguen a una solución en una negociación directa. El clima entre Kiev y Moscú tiende a agriarse, y la carencia de una instancia mediadora es preocupante.

Está, por otro lado, la guerra de Nagorni Karabaj -1.000 muertos en los últimos cuatro años-, que enfrenta a Azerbaiyán y Armenia. La decisión de los azeríes de crear su propio ejército lleva a la agravación del conflicto. A pesar de que Armenia acepta ahora una negociación sobre bases flexibles, la CEI no ha sido capaz de frenar los combates. En cambio, se han puesto en marcha diversas gestiones internacionales (la CSCE, Francia e Irán) para lograr un alto el fuego y preparar una solución negociada.

En resumen, hay un abismo cada vez mayor entre las dificultades de la CEI y su escasez de medios. Por ello se hace imprescindible la intervención de organizaciones internacionales -CSCE, ONU, la corte intemacional de La Haya...- para dar un cauce negociador a los conflictos más serios que enfrentan a las repúblicas de la antigua Unión Soviética.

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