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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Nuevos mitos

Me refiero a la serie La venganza de Dios, aparecida recientemente en su periódico, dentro de la sección Temas de Nuestra Época, en la que se estudia el auge del monoteísmo en la actualidad. Evidentemente, el monoteísmo parece ser uno de los motores principales que están irremisiblemente conduciendo a la humanidad, individual y colectivamente, al callejón sin salida en que nos encontramos.La visión arquetípica de la tradición judeo-cristiana de un Dios macho, de aspecto jupiterino, con ínfulas de monarca absoluto, creador pero al mismo tiempo en perpetuo conflicto con su propia creación, nos lleva a una evidente y progresiva alienación, una inmisericorde explotación de la Naturaleza y una discriminación de la mujer, degradada a un papel de segunda categoría. Surgen los fundamentalismos, sean cristianos, musulmanes o judíos, al dividirse al género humano en ganadores (aquellos que adoran al mismo monarca-dios) y en perdedores (el resto, los paganos, los infieles). La arquitectura de cada época refleja de forma subconsciente el arquetipo imperante en ese momento (¿cuáles son los edificios más impresionantes, altos y lujosos en la plutocracia de hoy?; evidentemente, los bancos e instituciones financieras), y así, la basílica y plaza de San Pedro, en el Vaticano -sin entrar aquí en su belleza y calidad artísticas innegables-, donde no existe un solo árbol, ni crece una brizna de yerba, es un claro reflejo de esa visión monolítica de monarquía absoluta, dictatorial, machista y antiecológica. Como contrapartida me viene a la memoria la imagen de un templo y jardín zen. Es, pues, tarea de máxima urgencia tratar de encontrar, antes de que sea muy tarde, nuevos mitos, un nuevo paradigma, una simbología más en acorde con el mensaje que nos aporta la astronomía y la física cuántica. Una tarea hercúlea que sólo se puede producir, ¡ay!, tras una grave catástrofe, un cataclismo que sea punto de partida de un nuevo mundo arquetípico.

Yo, modestamente, me atrevería a sugerir una mezcla: por un lado, un politeísmo donde la psique humana, con sus infinitos recovecos y misterios, se sintiera más a sus anchas, unido a un seudoateísmo budista donde la realidad suprema, más allá de toda definición y conocimiento fuese, ¿qué otra puede ser?, el electrón. Amén.- .

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