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SOMBRAS DE LA NOCHE MADRILEÑA

Raúl de profesión 'gigoló'

"Nunca ocurre como en América, que Liz Taylor se casa con un currito"

Francisco Peregil

Raúl tiene 23 años, el pelo largo, es delgado y mide poco más de metro ochenta. Lleva dos pendientes y en su habitación hay un cartel pequeño del dueño de la discoteca Pachá, otro de un negro semidesnudo, una cortina barata y un crucifijo de madera. Tiene una tele muy pequeña, en blanco y negro y un equipo de música que no pasa de las 50.000 pesetas. Todo el dinero parece gastárselo en una ropa impecable y un peluquero soberbio.

Le gustan la canción española, Tino Casal -"una gran persona y amigo mío, al que nunca se le valoró lo suficiente"- y los cotilleos de la prensa del corazón. "La gente tiene una visión muy equivocada del gigoló. Nunca pasa como en América, que te casas con una Liz Taylor". Lo invitan a viajes, eso sí, pero sólo los hombres. Ellas prefieren invitarlo a cenar."Me llaman desde la típica solterona catetorra que vive con su madre y está muy desvinculada de la sociedad hasta la viuda de buen ver". También lo llaman señoras casadas, con hijos, que están hartas de su marido. "En el matrimonio muchas veces llegas a un extremo en que no te excita nada, y que a pesar de tener hijos te sientes muy solo". A veces ellas se enfadan y le dicen "gigoló que eres un gigoló, ¿cómo te puedes dedicar a esto?". Y él contesta: "Si no fuera por mí y algunos como yo estaríais tiradas".

Cobra nada más entrar. "Resulta violento, pero es lo más seguro". Después las escucha, les dice cariño, amor mío, te quiero, y ellas también lo dicen, pero es todo falso". Al cabo de una hora, si te vi no me acuerdo.

Una vez lo llamaron varias chicas para una fiesta, cobré 30.000 pesetas y asegura que fue la peor de sus experiencias. "Nada más que hacían dar las típicas bromas de 'enséñame tu miembro', 'baila conmigo, porfa'.... Niñas mal de familia bien, eso es lo que eran".

También requieren sus servicios algunos matrimonios. "Yo hago el amor con ella y, mientras, él mira desde una esquina. Eso no me perturba, es como si el señor fuera un frigorífico. Claro, que en esas ocasiones no me muestro tan expresivo.

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Exige siempre preservativos y pasa el control del sida cada seis meses. "Me obsesiona cuando te enteras de un conocido que se ha muerto". En 90 minutos, su contestador automático recibió 15 llamadas. "Cuando coges el teléfono te describes enorme y maravilloso. Cuando te ven dicen que no es lo mismo, pero eso pasa con todo el que se dedica a esto". No se llama Raúl, pero se anuncia así en las páginas de los periódicos. De lunes a jueves, si se llama a determinado teléfono, contesta él y te cita en una calle de la plaza de la Latina. Seis mil. pesetas cobra "por una masturbación a los caballeros"; 12.000, por el servicio completo, al hombre también; y 20.000 a las mujeres. Ellas pagan más porque exigen desplazamiento. Ellos van a su domicilio, y, una vez allí, nada de música lenta, velas o cualquier adorno seudorromántico. Siempre al grano, y nunca más de una hora. "Normalmente nunca te corres. Es una técnica para cobrar más". Exactamente 5.000 pesetas más por eyacular. Cuando trabaja, se pasa todo el día entre las cuatro paredes de su casa, un piso antiguo por el que paga 40.000 pesetas al mes. A las diez de la noche cambia de trabajo: relaciones públicas de un bar noctuno. Se considera bisexual y dice que tiene novia. Durante esos cuatro días sólo sale a la calle para hacer la compra y practicar culturismo en el gimnasio.En una ocasión le vino a recoger un chófer, que le llevó a una casa con mayordomo donde le esperaba un cliente exquisito en el trato. Funcionó bien la historia. Otras veces no: "Una vez me llamó una mujer horrorosa, feísima, no me podía excitar. Fue cortante, pero ella, la pobre, se dio cuenta y me decía: 'Claro, es que eres tan jovencito...". Le cobró las 20.000 pesetas. "Faltaría más; el tiempo que estuve allí pude perder otros clientes".

Está convencido de que el gran problema de todas es la soledad. "Me piden comprensión, pero también rebajas y ofertas, y yo no soy ni El Corte Inglés ni, por supuesto, un psicólogo".

En otra ocasión lo llamó una mujer con voz ronca. "Cuando Ilegué a su casa, vi justo lo que me temía: un travestón. Y no es que tenga nada contra ellos, pero me resultaba tan raro cuando se desnudó ver el contraste de su miembro con la parte de arriba, que era la de una mujer... Me dijo que quería penetrarme y me opuse. Si hubiera sido un hombre no me importaría, pero así me rompía todos los esquemas".

Vivir la noche

Terminó COU en Alicante, encontró trabajo como representante de ropa de diseño, lo dejó, y entonces unos amigos lo llamaron. "Lo típico; decían que en Madrid se ganaban muy bien la vida, aunque nunca me aclaraban en qué trabajaban. Lo que hacían es lo que hago yo ahora, prostituirme".Así que primero se llamó Christian -"me parecía una blasfemia"-, después Ángel, "que era una cosa como más inocente". Pero lo llamaron de una agencia para que cambiara de nombre, porque allí trabajaba otro Ángel, y decidió apodarse Raúl, en honor a un amigo suyo.

"Nadie me obliga. No quiero trabajar 40 horas a la semana, ni andar estresado. Sé que acabaré casado y trabajando honradamente, pero de momento prefiero vivir". Y vivir es ir por la noche, "tan misteriosa", a Joy Eslava, Pachá, Voltereta y tantas discotecas donde quedarse hasta las ocho de la mañana.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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