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La espectacular subida de la Bolsa de Nueva York genera un brote de optimismo sobre la economía norteamericana

Antonio Caño

Después de año y medio de recesión, una súbita sensación de optimismo se ha apoderado de la economía norteamericana como consecuencia de la espectacular subida de la bolsa de Nueva York, que acabó esta semana con un, ascenso récord de casi 100 puntos, elevando el índice por encima de la barrera de los 3.200, sexto récord consecutivo. Algunos observadores advierten, sin embargo, que todo puede ser un espejismo.Cuando peor estaban las cosas, en el momento en el que el prometido crecimiento había sido oficialmente retrasado hasta mediados del año próximo, bastó la rebaja de un punto en los tipos de interés -junto a una cierta impresión de que el Gobierno ha recuperado la iniciativa- para que la bolsa alcanzase niveles récords y proyectase la sensación de que, por fin, la economía norteamericana marcha por el camino de la recuperación.

En los últimos días se han producido fenómenos tan llamativos como la subida espectacular de la cotización de las principales industrias del automóvil. General Motors -que afronta una crisis que le ha obligado a una drástica reducción de plantilla- subió un punto hasta 32, Ford otro punto hasta 30 y Chrysler uno hasta 13.

No menos chocante es que, cuando la ventas de ropa se encuentran en el peor momento de los últimos años -estas Navidades han sufrido pérdidas millonarias todos los grandes almacenes-, la cotización de la compañía GAP, especializada en prendas informales para jóvenes, ha subido en más de 40 puntos.

Bajada de tipos

La decisión del 20 de diciembre pasado de rebajar los tipos de interés hasta un 3,5% actuó de forma mágica. Poco estimulados por la baja rentabilidad de la renta fija, los inversores probaron inmediatamente suerte en la bolsa, donde los expertos vaticinan que seguirá la subida en los próximos días.Si no se producen sorpresas, esa línea de ascenso podría mantenerse incluso hasta el próximo día 28, cuando el presidente George Bush tiene previsto anunciar un nuevo plan de recuperación económica en el discurso sobre el estado de la Nación.

De repente los inversores han percibido que la recuperación se acerca, y todo el mundo tiene prisa para estar bien situado cuando llegue el momento de las vacas gordas. "La gente de fuera del mercado está ansiosa por subirse al carro y los de dentro están reticentes a vender", comenta un analista de Wall Street.

En el fondo de este movimiento hay un factor político indudable. No hay que olvidar que 1992 es un año electoral y que el presidente Bush sabe que tiene que conseguir una sensible recuperación económica si no quiere encontrarse con sorpresas en las urnas. Desde hace varias semanas, la Casa Blanca trabaja casi al cien por cien en los temas económicos, dejando al margen otros temas de política general y política exterior que hasta ahora habían centrado la atención del Gobierno. Esto ha servido para transmitir confianza en que el final de la recesión y el comienzo del crecimiento están próximos.

Hay otros factores que contribuyen también a la mejoría del clima económico en EE UU, como son el debilitamiento de la economía europea y el compromiso del Gobierno japonés de que ayudará a abrir los mercados a los productos norteamericanos para facilitar la recuperación en este país.

A nadie se le oculta, sin embargo, que todo este optimismo tiene algo de artificial. Un experto en Nueva York advierte que Wall Street ha sido siempre muy especulativa y que el alza de los últimos días puede estrellarse en cualquier momento con la realidad de que la recuperación esperada se retrasa. Bastaría con que el plan de Bush encontrase problemas en el Congreso para que, tal vez, volviese el pesimismo.

Los índices económicos no han mejorado. Cada día nuevas empresas anuncian reducciones de plantilla o cierres. El consumo no se ha incrementado, ni siquiera con las rebajas navideñas, y los síntomas de la recesión que aqueja a la economía desde verano de 1990 no han desaparecido.

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