Vivir bajo tierra en Osilek
Los habitantes de la ciudad croata, asediada desde hace cuatro meses, apenas dejan los refugios
ENVIADO ESPECIALDesde la caída de Vukovar, en poder del Ejército yugoslavo y de las milicias serbias, Osijek, capital de la región de Eslavonia, se ha convertido en la ciudad más castigada de Croacia. El 70% de los edificios y de la zona industrial han resultado dañados por los ataques de artillería pesada lanzados desde las cada vez más cercanas posiciones del Ejército. Sólo quedan unos 30.000 habitantes de los 140.000 que tenía la ciudad antes de la guerra. A los civiles no se les ve por la calle, donde sólo transitan hombres con uniforme y vehículos militares.
Hay que bajar al subsuelo para descubrir el submundo de la ciudad. Por ejemplo, bajo la plaza Ante Starcevic, en el centro de Osijek, donde las galerías comerciales subterráneas se han transformado en el refugio más grande de la ciudad asediada. Lo que hace escasos meses todavía eran tiendas es hoy la precaria residencia de aquellos vecinos que han perdido sus casas o que carecen de refugio.Un dormitorio con 80 camastros, baño común, turnos para cocinar y larguísimas horas para ver la televisión, pensar, aburrirse y, amargarse. Así transcurre la vida diaria desde hace cuatro meses para muchos de los vecinos de la ciudad. Bajo tierra está también el centro de prensa - que se trasladó desde el hotel Osijek, bombardeado y hoy cerrado -, una oficina bancaria y hasta la consulta de un dentista, Walter Muller, que sigue trabajando.
En el exterior de la plaza Ante Starcevic se encuentra el Ayuntamiento, frente al que se erigen barricadas de sacos terreros de tres metros de altura para protegerse de las granadas. En el otro extremo de la plaza, la catedral, de 180 años, exhibe seis agujeros de unos dos metros de diámetro cada uno.
En la misma plaza central, un supermercado con el tragicómico nombre de Non-Stop, abre las puertas diariamente de siete de la mañana a cuatro de la tarde, excepto cuando las bombas lo impiden. Aceptablemente abastecido, el establecimiento mantiene un buen nivel de venta al haber cerrado la mayoría de sus competidores de la ciudad, según admite su propietario, Djuro Tackovic, de 45 años.
Más de la mitad de los clientes habituales ya no acuden al supermercado, pero ahora lo visitan los soldados croatas. "Yo de aquí no me voy, aunque tenga que cerrar el negocio y conter el fusil. No tengo otra posibilidad", dice Tackovic. Su esposa, su hija y su nieta se fuero a Checoslovaquia. Él vive solo en Osijek, al fente de su supermercado y hacieno guardia con la defensa civil cada cuatro noches junto al río Drava.
Casas vacías
Las casas están vacías, y no queda un solo cristal entero. A dos kilómetros del centro, el hospital, completamente destruido, sólo funcina en el sótano. Las enfermeras se esfuerzan por evacuar aquellos pacientes cuya vida no está en peligro. Todos los habitáculos del sótano están repletos de heridos de guerra. "Estamos al límite de nuestras fuerzas", confiesa una enfermera de rostro agotado.
Sin embargo, la ciudad sigue resistiendo. "0sijek no va a caer, a pesar de los ataques y de la propaganda del enemigo", repite Iván Vrkic, uno de los máximos responsables de la defensa de la ciudad. "Seguimos recibiendo armamento, hemos decretado la movilización total, han empezado a llegar los primeros refuerzos de otras ciudades y se están ultimando los trámites para el llamamiento a filas de los croatas en el extranjero".
Por la carretera de Nasice a Osijek, a la altura de Cepin, se observa el continuo trasiego de convoyes de vehículos militares y autobuses civiles que transportan nuevas tropas y armamento. Son los nuevos movilizados para la defensa de Osijek.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.