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'Visa' para un sueño

Temor entre los inmigrantes a ser expulsados tras concluir el plazo de normalización

Amelia Castilla

Los senegaleses que aterrizan en Barajas todavía bajan del avión con un papel en el bolsillo donde se lee: "Plaza España, edificios altos". Hasta ahora, ése era su único punto de referencia para contactar con sus compatriotas en una ciudad desconocida. Bajo el edificio España y la Torre de Madrid se juntaban la mayor parte de los africanos, muchos de los cuales estaban en situación ilegal, pero, desde que acabó el proceso de regularización para extranjeros, en la zona sólo se ven turistas japoneses haciendo fotos o jubilados jugando a la petanca.

El pasado día 10, poco antes de las doce de la noche, hora en que concluía el plazo de regularización de extranjeros, un joven chino rellenaba impresos a toda prisa al tiempo que una mujer, ataviada con un impresionante abrigo de visón, esperaba la cola para normalizar la situación de su empleado de hogar filipino. Una ojerosa funcionaria preguntaba a Gladys, una peruana de 30 años, por su pasaporte: "Con este certificado médico no puedo hacer nada. Lo siento". Gladys estaba a punto de echarse a llorar. Acababa de perder su oportunidad para legalizar su situación y obtener el visado soñado.Gladys tendrá que acostumbrarse a vivir sin papeles. "En cuanto la policía me descubra, me regresan a mi país. Todos dicen que ahora van a hacer batidas para buscar a los ilegales y expulsarlos", dice horrorizada. "La situación esta muy mal en Perú. Al menos aquí se encuentra empleo, allí no hay nada".

Desde que llegó a España, hace casi un año, trabaja mañana, tarde y noche como auxiliar de cocina en un bar de la capital. Su sueldo no llega a las 100.000 pesetas. Con ese dinero paga el alquiler del piso, que comparte con otros peruanos, y le envía fondos a sus padres, que cuidan de sus hijos, de 10 y 13 años. Seguramente el martes perdió la oportunidad de traerlos algún día a España con ella.

Gladys lleva una vida recogida. Apenas sale a la calle si no es para trabajar. Ni un cine, ni una discoteca, sólo trabajo y ahorro, pero todo se puede ir al traste si un policía le pide la documentación en cualquier control callejero.

Empleados de hogar

Sin embargo, Nassira, una argelina de 24 años, que acaba de entregar sus papeles, parece radiante: "Espero conseguir mi permiso de trabajo. Mi hijo de cuatro meses nació aquí y por tres veces me negaron el visado", dice. Casi la mitad de los inmigrantes que acudieron a normalizar su situación declararon ejercer como empleados de hogar; el resto alegó pertenecer al sector de la construcción, jardinería o servicios.Con Nassira, unos 133.000 inmigrantes podrán legalizar su situación en nuestro país. Sin embargo, las asociaciones dedicadas a la defensa de los inmigrantes ya han expresado su temor a que comiencen las expulsiones masivas de los más de 100.000 ilegales que se quedarán sin papeles tras concluir el plazo de seis meses para regularizar su situación.

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Ildefonso Hernández, subsecretario provincial de empleo, explicó que el efecto de la regularización funcionó hasta el extremo de que algún español llegó a presentarse en las oficinas para normalizar su situación porque quería marcharse a trabajar al extranjero. Se dieron casos también de ciudadanos de otros países que guardaron colas durante horas para solucionar gestiones que nada tenían que ver con el proceso. El colectivo que mayor número de instancias presentó fue el marroquí, seguido de los latinoamericanos, filipinos y chinos, aunque no faltaron algunos albaneses.

El día D, como se conoce popularmente al día después, la situación en la madrileña Puerta del Sol, habitual punto de encuentro de extranjeros, era similar a cualquier otra jornada. Portugueses, polacos, argelinos y marroquíes tomaban el fresco a media tarde junto a las fuentes de la plaza. Enmanuel, un nicaragüense de 28 años que trabaja en un hipermercado, aseguraba que espera conseguir en breve un permiso de trabajo y de residencia. Enmanuel llegó a España hace poco más de un año. Antes estudió Ingeniería Química en la Universidad Estatal de Moscú y luego vivió durante dos años en Alemania.

Enmanuel puede considerarse un hombre con suerte. Ninguno de sus compañeros en la fuente tiene papeles. Un portugués, que no quiere dar su nombre, pide cigarrillos al tiempo que asegura que tendrá que "buscar un maricón para conseguir un poco de dinero". Unos y otros temen las redadas y las expulsiones masivas.

Miguel Varela, subsecretario del Interior, declaró que a partir de ahora se aplicará la legislación vigente a todos los que sean sorprendidos en situación ilegal, sin necesidad de promulgar instrumentos legales nuevos. Y confirmó que la policía va a endurecer el control de los inmigrantes: "Serán expulsados los que sean necesarios".

En situación legal en España viven 540.000 extranjeros, repartidos así: 79.000 británicos, 77.000 marroquíes, 46.000 alemanes, 36.000 portugueses, 29.000 franceses, 27.000 argentinos, 17.000 holandeses, 16.000 norteamericanos, 16.000 italianos, 12.000 belgas, 12.000 filipinos, 11.000 peruanos, 11.000 dominicanos y 151.000 de otras nacionalidades, según datos del Ministerio del Interior. Eso representa, en conjunto, el 1,4% del total de la población española. Más de la mitad de los inmigrantes legales son jubilados y viven en la Costa del Sol.

Sin familia

La mayor parte de los ilegales son hombres jóvenes, que han dejado a la familia en su país de origen, aunque se ha detectado la presencia masiva de ciudadanos del Este acompañados de mujer e hijos. "En las ciudades se integran peor que en el campo", aseguró un portavoz de Cáritas de Valencia. "Tenemos casos; en pueblos como Algemesí o Alzira, donde la gente les ha regalado muebles y comida y la convivencia es perfecta". Incluso algunos, como el joven polaco que consiguió pasar a España sin pasaporte después de ser rechazado por los gendarmes franceses, ya han aprendido valenciano.Y en la comisaría del aeropuerto madrileño de Barajas siguen aterrizando dominicanas, vestidas con llamativos trajes de raso y altos tacones en el mejor estilo de La dama de rosa. Traen suficiente dinero como para entrar como turistas, pero muchas tendrán que prostituirse para pagar a la banda que se lo prestó a un alto interés.

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