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ANTE LA CUMBRE DE MAASTRICHT

El gran salto

F. M. Un acuerdo en Maastricht sería una revolución. En 1957, seis países dejaron a un lado siglos de guerras para poner en común parte de sus economías. En 1993, nacerá un mercado único entre 12 Estados. El lunes y el martes se intentará el gran salto.

La lógica de beneficios del mercado sin fronteras empuja a crear una moneda única. Las dos nuevas patas de la CE son los tratados de unión política y monetaria.

Alemania necesita la unión para enfrentarse a los problemas del Este, su zona de influencia. Francia y otros países necesitan la unión monetaria para liberarse del imperio del marco. El núcleo duro de la reforma, el eje francoalemán, se han impuesto un corsé de control mutuo. Para la Alemania unificada es esencial reconquistar influencia política.

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La CE se juega mañana su identidad y su futuro

Para España, la unión política y monetaria representa el afianzamiento de la estabilidad ganada con su incorporación a Europa. El ajuste nominal de la economía para ingresar en la unión monetaria puede hacerse con disciplina, pero la convergencia real en cuanto a bienestar necesita infraestructuras.

Con la solidaridad financiera de los Doce resultará más fácil. En la misma posición están los otros tres pobres: Portugal, Grecia e Irlanda.

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El Reino Unido se enfrenta a la reforma con la idea de poder tener un pie fuera y otro dentro.

Por un lado, no tiene interés en que avance la construcción europea pero, por otro, no puede permitirse el lujo de que el edificio se construya sin estar dentro.

Un poder cada vez más fuerte de la CE permitiría a Italia resolver desde Bruselas sus problemas de funcionamiento como Estado. Además, si no resuelven los graves problemas de déficit y de deuda, serían excluidos de la unión monetaria.

Holanda, Bélgica y Luxemburgo son siempre comunitarios para no quedar difuminados por los grandes. Por último, Dinamarca se mueve entre la vocación monetaria y la fidelidad nórdica.

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