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LA MAESTRANZA DE SEVILLA

Palomas para la paz

Terminado el paseíllo y mientras el rejoneador daba por su cuenta la vuelta al ruedo pegando sombrerazos, avanzaron hasta la boca riego tres niños llevando dos grandes cajas, las abrieron y salieron blancas palomas que echaron a volar. Fue lo más bonito y seguramente también lo más emotivo de la mañana taurina. Uno hubiera querido que las blancas palomas remontaran el vuelo hasta la Giralda, para piar desde la cima del Giraldillo a toda Sevilla, a la Exposición Universal que está allí junto y al mundo entero, el mensaje de paz que habían lanzado los tres niños desde el rubio albero de la Maestranza.No se vio realizado el deseo, sin embargo, y las palomas decidieron convertir los tejadillos del coso en palomar, excepto dos, que se quedaron en el ruedo, viendo de cerca la corrida. Principalmente vieron a Fermín Bohórquez, porque este rejoneador tenía la mañana inspirada, y entre sus inspiraciones entró acercarse a las palomitas curiosonas, hacerles un requiebro saleroso con el caballo, galopar a continuación en demanda del toro y prender un soberano par de banderillas.

Varias ganaderías / Siete toreros

Toros de Fermín Bohorquez, Juan Pedro Domecq (dos), Sampedro, Conde de la Maza, Torrealta y Jandilla, con dificultades, excepto 5º y 6º.Curro Vázquez: dos pinchazos y bajonazo (ovación y salida al tercio). José Antonio Campuzano: pinchazo hondo bajo (vuelta). Pepe Luis Vázquez: dos pinchazos (aplausos y salida al tercio). Martín Pareja Obregón: tres pinchazos, estocada delantera, dos descabellos -aviso con retraso- y descabello (vuelta). Antonio Punta: bajonazo (oreja). Sánchez Mejías: pinchazo, estocada delantera y dos descabellos (aplausos y saludos). Fermín Bohórquez Domecq: rejonazo trasero descordando (oreja). Plaza de la Maestranza, 1 de diciembre. Tres cuartos de entrada. Festival a beneficio de la Asociación Víctimas del Terrorismo.

Eficacia, torería, y espectacularidad, la justa; así rejoneó Bohórquez. Luego, festival adelante, habría más detalles toreros. No muchos, pues el ganado se prestó poquísimo a las florituras, y cuando llegaron los dos últimos toros, que sí se prestaban, los diestros a quienes correspondían no les dieron la adecuada réplica.

El torito de Curro Vázquez estaba tan inválido que convertía en incierta su noble embestida, el de Pepe Luis Vázquez era un áspero reservón, y ambos diestros sacaron en sus respectivas intervenciones verónicas yu redondos de exquisita factura. El toro de la corrida, por tamaño, romana y arboladura -no por casta, pues se trataba de un manso topón-, correspondió a José Antonio Campuzano. La afición había consensuado que ese toro aborricado no admitiría faena, y Campuzano rompió el consenso haciéndosela, larga y cabal, con todas las especificaciones que requieren las faenas buenas.

Otro tipo de toreo arrumbó a continuación, y el público, muy analítico hasta entonces, se puso a aplaudirlo todo. Unas valerosas verónicas y una faena bullidora, le valieron a Pareja Obregón los honores de la vuelta al ruedo. A Antonio Punta, una oreja los muchos pases embarcando con el pico que le dio a un torete pastueñito. La preocupación de Sánchez Mejías por depurar las suertes mereció también los aplausos de los aficionados. O sea, Versalles. Para entonces llevábamos dos horas y media en el coso, y a quienes tenían de comida paella se les pasó el arroz. Pero no les importó en absoluto. En el festival, celebrado a mediodía, se vieron detalles toreros y además había ofrecido un hermoso mensaje de paz, que era lo importante.

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