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La desconvocatoria de la huelga de cuidadoras devuelve la compañía a 5.000 ancianos

Los representantes sindicales del servicio municipal de ayuda a domicilio y los de las empresas concesionarias estamparon ayer su firma en un documento por el que se comprometen a aceptar las resoluciones de un inspector de Trabajo. Termina así una huelga de 38 días que ha afectado a 5.000 personas impedidas. Se ha logrado el primer convenio del sector, pero la virulencia del conflicto ha abierto muchas heridas. Para los ancianos terminan. días de impotencia y de soledad. Algunos de ellos se alegran "por las trabajadoras", pero, sobre todo, por otros ancianos que conocen y "que están bastante peor".

Pocos datos hacían vislumbrar el acuerdo, sobre todo después de la tormentosa reunión de ambas partes mantenida el pasado viernes con el inspector de la Delegación Provincial de Trabajo Antonio García Sánchez, que terminó en un nuevo cruce de acusaciones de intransigencia.Lo que no fue posible el viernes se logró a las tres de la tarde de ayer en la sede de la delegación ministerial: las empresas y las trabajadoras aceptarán el arbitraje del inspector, que deberá comunicarles su resolución en el plazo de. seis días.

A las cinco de la tarde, las cuidadoras, reunidas en asamblea, decidían desconvocar la huelga. A cambio, las empresas se han comprometido a retirar los expedientes y los despidos.

La decisión del inspector se referirá a los cuatro puntos más conflictivos del convenio: la jornada laboral (39 horas semanales proponen las empresas, 37 horas los sindicatos), el salario (76.000 pesetas brutas mensuales para 1991 y 84.000 para 1992 como oferta empresarial, 95.000 pesetas al mes como exigencia sindical), las bajas por accidente y maternidad y la vigencia del convenio (del 1 de mayo de 1991 a 1 de enero de 1993, según las empresas, y del 1 de enero de 1991 a 1 de enero de 1993 para los sindicatos). "Sabemos que el acuerdo que estipule el mediador no va a satisfacer todas las demandas, pero lo importante es que por fin va a haber un convenio regulador del sector", comentaba ayer Fernando García, gerente de la empresa Apai.

Un "parto" trabajoso

La misma opinión sostiene Rafael López, secretario de actividades diversas de Comisiones Obreras. "El convenio, además, afectará a toda la Comunidad", dijo, y añadió: "Ha sido un parto con fórceps, y puede que el niño salga débil, pero para eso está la lucha sindical, que seguirá adelante. Estoy orgulloso de las trabajadoras".El reencuentro no va a ser fácil. "Ha habido muchos enfrentamientos entre las trabajadoras. Intentaremos suavizar la situación", afirmaba García, de la empresa Apai. "Nosotros hemos perdido dinero, Comisiones Obreras ha perdido imagen, pero las más perjudicadas han sido las auxiliares".

Unos y otros aseguran que el acuerdo se podría haber logrado antes si la parte contraria hubiera querido. Los ancianos afectados, víctimas del conflicto, prefieren olvidar lo sucedido. "¡Menos mal! Estábamos abandonados. Nosotros dependemos de ellas para todo", comentaba ayer Candelas Altés, de 79 años, que sufrió un infarto hace año y medio, que está casi ciega y hace poco se rompió el brazo. "Nosotros no hemos tenido culpa de nada, pagamos nuestra parte del servicio. Me alegro de que el conflicto se haya solucionado por el bien de todos".

Matilde Gaytán, de 64 años, que cuando comenzó la huelga iniciaba los trámites para lograr una plaza en una residencia, no ocultó su alegría al enterarse de la noticia: "Cuando vea aparecer a la auxiliar no me lo voy a creer. Precisamente el pago de la luz me vencía el 26, y lo de la residencia me ha estado mareando. Yo casi no puedo salir a la calle".

José García, de 80 años, que rechazó los servicios mínimos en solidaridad con las trabajadoras, optó por llevar su alegría a la práctica: "¡Esta noche me emborracho! En lugar del litro de agua que me tengo que beber en la cena, me beberé dos. Es de la nevera, ¿sabe?, y está bien fresquita".

Matilde ("¡no me llames doña Matilde, que no me pega nada!") tiene polio y artrosis, y José lleva marcapasos, está sondado por problemas de próstata y apenas ve. Los dos se mostraban felices porque todo termina: la suciedad, la soledad, los favores de los vecinos que les suben la compra... Pero insisten en algo: "Más que por mí, me alegro por otros ancianos que están mucho peor".

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