_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Gary Cooper

Manuel Vicent

La vida es una ficción en la que Gary Cooper muere de verdad. Y no sólo él, sino también la hija rubia del granjero, el jefe de la estación, el juez de la horca, el vendedor de biblias, los cuatreros y todos los indios. A veces, Gary Cooper, con lo guapo que es, no llega ni siquiera a mitad de esta película. Lo matan por la espalda enseguida, y el asesino, que sobrevive siempre, al final de la sesión baja de la pantalla y abandona la sala detrás de ti por el pasillo del patio de butacas para continuar su acción en la calle, donde a cada espectador le espera la vida cotidiana, que nadie sabe si es exactamente real, puesto que en su mayor parte se compone de una trama de noticias parecida a la nube de insectos que alrededor del oído humano crea un sonido monocorde, dentro del cual se repite siempre el nombre del asesino de Gary Cooper unido a toda clase de crímenes. En medio de esta cultura resulta difícil discernir si uno vive dentro o fuera de la pantalla, aunque sin duda existe un dato para orientarse. Cuando Gary Cooper ahuyenta a los cuatreros y permanece vivo sonriendo puedes asegurar que él es una imagen. Si ves que a este héroe cualquier pícaro lo engaña y un miserable desdentado lo acuchilla en la primera secuencia sin que pase nada y él todavía pide perdón, entonces jura que ante tus ojos discurre la realidad en sí misma. En este caso, no te confíes mucho. Al finalizar la película, el asesino victorioso te seguirá por el pasillo del cine a oscuras hasta la calle y tal vez se constituya en tu sombra adondequiera que vayas. Lo descubrirás a tu lado en la barra del bar leyendo el periódico frente a una cerveza y luego se sentará detrás de ti en el autobús, pero al llegar a casa él ya te habrá precedido. Si pones el televisor, su rostro desdentado aparecerá en pantalla, mientras en el telediario están dando la noticia de que ese tipo te ha asesinado en la acera, y aunque tu imagen ensangrentada será perfectamente reconocible, tú tendrás el privilegio de creerlo o ignorarlo, según las reglas de esta cultura.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_