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Todos pujan por la silla de Sebastián

Insólito éxito en la subasta de objetos del castillo donde se rodó 'Retorno a Brideshead'

Enric González

Algo que no parecía más que una subasta marginal, destinada a recoger fondos para pagar una serie de reparaciones en un edificio, el castillo Howard, en Yorkshire (Inglaterra), se ha convertido en uno de los acontecimientos del año. Los lotes no contienen, en general, más que chatarra, muebles rotos y piezas de arte de muy escaso mérito. Pero proceden de los desvanes del lugar donde se filmó la celebérrima serie de televisión Retorno a Brideshead, que reflejaba la vida de Sebastián y Julia Marchmain; su amigo y marido -respectivamente-, Charles, y a la familia de los primeros, aristócratas de rancio abolengo. El lunes, primera jornada de la subasta -que se prolongó hasta el miércoles-, se obtuvieron 1,23 millones de libras (221 millones de pesetas), cuando las previsiones no pasaban de 180 millones de pesetas.El eco de la serie Retorno a Brideshead, basada en la novela de Evelyn Waugh, tiene un asombroso poder de convocatoria. "En realidad, no sé qué es lo que he comprado; sólo quería tener algo del castillo Howard", declaró Joe Hardy, un millonario norteamericano recién llegado desde su residencia de Pittsburgh -Concorde mediante-, que, cigarro habano en ristre, había invertido casi cinco millones de pesetas en un lote de puertas viejas y un escritorio sin patas.

Algunos especialistas creyeron encontrar auténticas gangas en el desván de Howard-Brideshead. Edrich van Vriedenburgh, intermediario artístico londinense, pagó 18 millones de pesetas por un busto de mármol del siglo XVI al que los tasadores de Sotheby's, firma organizadora de la subasta, habían fijado un precio de salida de sólo 2,5 millones. Van Vriedenburgh explicó que, en su opinión, los tasadores se habían equivocado y que el busto no era obra de los hermanos Tullio y Antonio Lombardi, sino de un artista "mucho más importante" cuyo nombre no quiso decir. El busto se puso a la venta a falta de un pedazo de mármol, que apareció después en el fondo de una caja, y que fue entregado en una bolsa de plástico al nuevo propietario de la escultura.

El propietario del castillo, Simon Howard, ocultaba su satisfacción tras la más británica de las flemas. "Estoy cautamente sorprendido", se limitó a decir. Los lugareños no estaban menos sorprendidos al contemplar el entusiasmo con que se pagaban fortunas por desvencijados cochecitos para bebé, sillas carcomidas o baúles. "Esto es lo mismo que se vende en las chatarrerías de por aquí, pero 10 veces más caro", comentó una mujer.

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