Causa criminal
UNA CAUSA cuya realización exige asesinatos como el del jueves en Erandio está condenada. Cualquiera que sea la motivación que se alegue, incluida la invocación a los miles de votantes que la respaldan, esa causa será la de criminales sin entrañas. Pues no es cierto que pueda separarse de los métodos con que se persigue, ni lo es que quienes sostienen y jalean a los asesinos ignoren que sus votos y sus gritos van a servir para justificar nuevas matanzas. Si pese a saberlo siguen alentando a los terroristas es por una sola razón: porque han elegido identificarse con los verdugos para no figurar entre las víctimas. Algún día lo negarán, incluso considerarán incomprensible haber estado tan ciegos. Pero no es disculpando su falsa conciencia como se les ayudará a abrir los ojos: los cerca de 200.000 ciudadanos que votan a los amigos de ETA están apoyando una causa que, como mínimo, no es incompatible con el asesinato de niños como los de Vic, Zaragoza o Erandio.Hace unos días, el activista José Antonio López Ruiz, más conocido por el alias de Kubati, declaró ante el tribunal que le juzgaba que a él personalmente "no le gustaba matar", pero que tuvo que hacerlo porque sus víctimas "oprimían al pueblo vasco". Y añadió: "Pedimos que las familias estén alejadas de nuestros objetivos", porque "nos duelen esas víctimas". Pero casi al mismo tiempo que el asesino de Yoyes, y de tantas otras personas, hacía esa declaración, la prensa difundía un escrito de la dirección de ETA en el que sus redactores, tras admitir que la presión del Pacto de Ajuria Enea había provocado un desgaste electoral en HB, concluían que esa tendencia había sido contenida mediante la última "ofensiva generalizada". El documento está fechado el 29 de junio pasado: 24 horas después del atentado que se había cobrado cuatro vidas en Sevilla, y cuando se cumplía un mes del que había sembrado de cadáveres de niños el patio del cuartel de Vic.
En un documento de ETA recientemente capturado por la Ertzaintza, el tal Kubati, al que el escrito otorga el grado de "militante cualificado", era propuesto como uno de los interlocutores para unas eventuales negociaciones con el Gobierno. El documento no desarrolla los criterios utilizados por la dirección de la banda para considerar la cualificación de sus miembros, pero la biografia de esa persona parece suficientemente explícita y ayuda a iluminar el sentido que otorga ETA a su campaña a favor de una negociación política: el de un mecanismo de legitimación política del recurso a la violencia.
La elección de sus pistoleros más sangrientos como representantes en un hipotético diálogo tendría por objeto demostrar a la sociedad que los crímenes que cometieron fueron inevitables y necesarios, pues condujeron a la mesa de negociación; lo que, a su vez, supondría un excelente ar gumento para seguir en la brecha: si asesinar a niños de dos años obliga a ceder a los poderes del Estado, ¿por qué no perseverar en esa vía hasta la victoria final? No es una especulación: así figura, con palabras más rebuscadas, en la circular interna de ETA sobre la negociación, recientemente difundida en las mismas páginas en que hace unos días se expresaba la admiración hacia una "organización armada" que había sido capaz de "hacer, explosionar tres bombas en una misma mañana y en una de las capitales de Europa más vigiladas por la policía".
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