La tolerancia no es un cuento
Desde un profundo respeto, y asumiendo las críticas que recibo por parte del señor Gómez Ugarte en su carta publicada el pasado 22 de septiembre, le agradecería, señor director, que publicara la presente con el ánimo de dar por zanjada definitivamente la polémica.El título de su última carta, La tolerancia y otros cuentos, denuncia, señor Gómez, su subconsciente. Usted considera la tolerancia como un cuento más.
Si yo opinaba que su primera carta no debería haber sido publicada es por la opinión negativa que sobre la mayoría del género humano usted expresaba. No obstante, he reflexionado y no tengo el menor inconveniente en reconocer que cometí un error, he pecado de intolerancia. No tengo por qué dudar, si, usted así lo asegura, de que su intención era hacer una crítica sarcástica de determinadas actitudes reprobables de una minoría de nuestra sociedad. Lo que ocurre, señor Gómez, es que le ha salido bastante mal y, desde mi modesta opinión, muy lejos de admitir comparaciones con Valle-Inclán.
Yo le invitaría a que releyera con especial atención su primera carta. Probablemente usted vea las cosas desde un punto de vista negativo y yo trato de verlas desde el positivo. Indudablemente, nadie es perfecto, pero tampoco lo son los más jóvenes de 20 años. Yo creo que la belleza existe a todas las edades, pero, incluso, yo conozco muchas personas aparentemente no agraciadas en lo físico que tienen tales cualidades humanas que, al menos, acaban pareciéndome bellas. No es que me falte sentido del humor, es que no entiendo cómo para hacer una crítica de determinadas y minoritarias actitudes negativas para la convivencia, en la playa o donde sea, se ponga especial énfasis en resaltar y ridiculizar los naturales defectos humanos. Señor Gómez, una persona, aun con sus defectos, es lo más maravilloso que existe en la naturaleza.
En cuanto a la necedad política, ahí sí que no puedo estar de acuerdo con usted. Si la política es una necedad, los que la hacen son unos necios. Personas tan importantes en la historia moderna de nuestro país como Felipe González, Adolfo Suárez, Manuel Fraga, Santiago Carrillo, Jordi Pujol, José Antonio Ardanza y un largo etcétera no merecen ser calificados como tales.
Yo, desde aquí, quiero expresar mi reconocimiento a una labor política no siempre bien entendida, pero absolutamente imprescindible para el desarrollo y evolución de nuestra sociedad.-
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