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Ex asistente busca trabajo

Juan Guerra, aislado e ignorado por su hermano, pierde las influencias que permitieron su carrera empresanal

Juan Guerra ya no tiene con quién tomar café. Y juran sus pocos amigos que ni dinero para pagarlo. Morador de una finca embargada, subastada y adjudicada, el que fuese desde 1983 hasta 1989 correa de transmisión en Sevilla del poder de Alfonso Guerra, está en el paro. Ya no puede ser asistente del vicepresidente, porque ni su hermano es ya vicepresidente, ni Alfonso Guerra quiere oír hablar del forjador de su desgracia política.

Abandonado por muchos de sus amigos y negado tres y más veces por los que en procesión desfilaron por su despacho de asistente en la Delegación del Gobierno en Andalucía, Juan José Guerra González se queja a su abogado y a sus dos o tres leales de que "hasta las colas de Continente se paran" cuando va a hacer la compra."No está haciendo nada porque no puede hacer nada", asegura convencido uno de sus asesores jurídicos. Todos los bienes conocidos de Juan Guerra están embargados por el juez Ángel Márquez. Su Mercedes, su Audi, su Nissan Patrol. Sus cinco o seis pisos. Su finca, Las Brujas, dónde pasa, en compañía de sus cuatro hijos, la mayor parte del tiempo. No puede salir del país sin permiso del juez. El ex asistente tiene, además, que presentarse todos los días 1 y 15 de cada mes en el juzgado de Espartinas (Sevilla).

Aunque si es verdad que las penas con pan son menos, el tamaño del disgusto de Juan Guerra debe ser inversamente proporcional al de la lista de empresas, sociedades, negocios, chanchullos, comisiones y capitales con que el juez Ángel Márquez lo relaciona en los más de 10.000 folios de diligencias. Y aunque embargados y, en algunos casos, subastados y adjudicados, los bienes siguen en su poder. Juan Guerra proclama su ruina a bordo de un Mercedes 300.

Ninguno de estos inconvenientes, dicen sus amigos, duele tanto a Juan Guerra como el desprecio de su hermano Alfonso, al que ya no puede ir a recoger, como tantas tardes de viernes durante tantos años, a pie de escalerilla de avión en el aeropuerto de San Pablo. Allí, el vicepresidente, que llegaba de Madrid, era informado por el asistente de cada buena nueva y recibía, a cambio, las instrucciones para premiar a los buenos y castigar a los malos; para distribuir las oportunas advertencias entre la grey socialista de la entonces ciudad referencia del PSOE actual

Reparto de poder

Desde que se descubrió que Juan Guerra tomaba demasiado café en el despacho de la Delegación del Gobierno ni Sevilla es ya de un alcalde socialista, ni Alfonso Guerra tiene ya poder para repartirlo cada viernes por la tarde. Y eso el PSOE no se lo ha perdonado.Un asesor de Juan Guerra dudaba recientemente sobre la "limpieza de intenciones" del PSOE con respecto a la defensa del ex asistente. Se declaraba convencido de que el partido prefiere a Juan Guerra juzgado y en la cárcel al actual rosario de noticias que alimentan cada día -y ya van casi dos años- la duda sobre el desconocimiento de Alfonso Guerra de los trajines de su hermano y asistente. Destacados dirigentes socialistas reconocieron tras la pérdida de la alcaldía de Sevilla que el escándalo provocado por los negocios de Juan Guerra, y en consecuencia la sospecha sobre el fin de los mil veces enarbolados cien años de honradez, constituyó una de las causas del desastre electoral.

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Juan Guerra sigue convencido de que el principio y el fin de todos sus males son los periodistas, y asegura que existe una confabulación entre todos los medios de comunicación y el juez Ángel Márquez para arruinarle definitivamente la existencia. A él, y a su hemmano.

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