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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alto riesgo

LA CUESTIÓN está en saber si la ingervención militar en Yugoslavia es la única opción posible. ¿Qué otras vías tiene Europa para hacer que se detenga la guerra civil que asuela al país balcánico y que tiene a la CE al borde del colapso? Estas dudas deben encontrar respuesta hoy, jueves, en los tres foros que se reúnen en La Haya, sustancialmente con los mismos protagonistas: el Consejo Comunitario de Ministros de Exteriores, el Consejo de la Unión Europea Occidental (UEO) y la Conferencia de Paz.Asegura el ministro español de Asuntos Exteriores que entre las condiciones para que una fuerza multinacional de pacificación intervenga en Yugoslavia deben figurar prioritariamente el consenso de los miembros de la UEO para formarla, su aceptación por parte de las fuerzas en conflicto y una garantía de que se les permitirá cumplir con su misión. Las tres condiciones de principio resumen paralelamente los temores de un Gobierno que sabe que un 10% de ese Ejército multinacional debe ser español. De hecho, le gustaría que ésa no fuera la solución escogida.

En la crisis yugoslava conviven dos problemas distintos: por una parte, el de la secesión de Eslovenia y Croacia -y de Macedonia-; por otra, el de la acción serbia para alterar sus fronteras con Croacia por la fuerza. Es evidente que la solución del segundo debe preceder a la del primero. La CE debe empezar por hacer que tanto los croatas, de un lado, como los serbios y el Ejército federal que les apoya, de otro, respeten el principio de que todo cambio de fronteras debe producirse de forma pacífica y negociada. Ése es el objeto principal de la Conferencia de Paz de La Haya: interrumpir el estado de guerra civil y negociar la redefinición de los límites interiores de Yugoslavia. Y en tal sentido debía entenderse el acuerdo de alto el fuego firmado el pasado martes por los presidentes serbio y croata, el ministro federal de Defensa y lord Carrington, presidente de la Conferencia, aunque horas después de la firma los combates continuaran. Sólo podrá concluirse un acuerdo confederal y reconocer la independencia de Eslovenia y Croacia si se respeta y consolida el alto el fuego.

Dos son las acciones que estorban el cumplimiento de estos objetivos: primera, el empuje militar de las fuerzas serbias y federales hacia el interior de Croacia con el evidente propósito de ganar espacio geográfico ante una eventual negociación. En segundo lugar, los apercibimientos continuados y rotundos de Alemania de que, si no se resuelve la crisis, procederá al reconocimiento de Eslovenia y Croacia.

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La idea de una intervención militar de la UEO (una organización militar configurada, no se olvide, como una pata europea de la OTAN y que aún se debate intentando encontrar razones para su identidad), ya sea para imponer la paz o para mantenerla, encierra tan altos riesgos que no parece en principio aconsejable. Dadas las características de la acción bélica (pequeñas escaramuzas y focos aislados de combate, aunque se aprecia una creciente intervención de efectivos más pesados y de la aviación), la idea que se baraja es la del envío de una fuerza de policía que vaya separando a los contendientes, pacificando zonas sucesivamente para después asistir a los observadores que han de reforzar el mantenimiento del alto el fuego. Una operación así requiere entre 30.000 y 40.000 soldados. Dejando a un lado las complejidades logísticas del montaje de tal fuerza en plazos reducidos, ¿no es concebible que se vean obligados a entrar en combate en algún momento? ¿Quién asegura que el Ejército yugoslavo, que ha dado un golpe de Estado de facto al desobedecer en reiteradas ocasiones las órdenes del presidente federal, mostrará más respeto por la acción de una fuerza extranjera? ¿No es imaginable que, en determinadas circunstancias, ésta acabe poniéndose de parte de uno de los bandos? No es necesario recordar los catastróficos efectos que tuvo una aventura similar en Líbano.

Por el contrario, la opción civil parece ofrecer, cuando menos, tantas oportunidades de eficacia como la militar. Hasta ahora, nadie ha oído en Yugoslavia una advertencia firme y unánime proveniente de la CE. Es cierto que ésta se mueve confusamente en direcciones imprevistas y poco solidarias y que, hoy más que nunca, se aprecian serias divergencias en cuanto a la construcción europea. Tal vez el elemento más inquietante sea el juego de Alemania buscando extender su influencia en un patio trasero que incluye a Polonia, los países bálticos, Checoslovaquia, Hungría y a una Yugoslavia disgregada.

Si puede convencerse a los países comunitarios de que concentren sus esfuerzos en resolver urgentemente la crisis yugoslava y la CE habla con una sola voz, Yugoslavia escuchará y atenderá. Nadie lo hará mientras vean que los secesionistas reciben apoyo de unos, que otros no se atreven a comprometerse en una operación militar y que todos invocan débilmente la conveniencia de que se establezca un alto el fuego que nadie sabe cómo forzar. De las tres reuniones de hoy en La Haya debe salir un mensaje inequívoco hacia Yugoslavia: o dejan de matarse mutuamente o perderán toda opción a los beneficios futuros de tina relación provechosa con la CE. Si no callan las armas, la Comunidad impondrá un bloqueo de los puertos y un boicoteo total. Sólo de este modo será posible que la Conferencia, de Paz prosiga sus trabajos con alguna garantía de éxito.

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