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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

En la playa

Todos somos unos cerdos, no lo dudo. Pero hay cerdos y cerdos. Esos que se revuelcan en el suelo hecho de fango y detritos de sí mismos son más cerdos todavía. Y esas horribles maqueras gruesas que aposentan sus sucias carnes sobre la arena, viendo llegar el mar ola tras ola, me recuerdan a las que se tumban en los establos a parir 14 veces, con sus 14 tetas henchidas de leche tibia.La playa es el mejor lugar para observar el género humano. Nadie es perfecto después de los 20 años. Ellos se casan, echan barriga, mugen, se acomodan a su propia dejadez, beben cerveza, dejan los botellines esparcidos por la arena, leen los periódicos que mejor se acoplan a su necedad política, eructan solapadamente después de cada trago, miran hacia los niños con ira, hacia su mujer con odio, hacia los demás, intentando encontrar una mirada cómplice que les dé la razón. Ellas se expanden como mejor pueden sobre las esterillas, exponiendo al sol sus carnes fofas e inservibles; se quitan el sujetador del biquini, mostrando al mundo sus protuberantes inmundicias; abren una revista del corazón, se depilan la entrepierna con las pinzas mientras leen; de cuando en cuando se restriegan con aceite bronceador los michelines; atisban de reojo a su vecina de la sombrilla de al lado para ver si les ofrece el consuelo de tener las tetas más caídas que ellas; comen cacahuetes, se dan vuelta cada media hora para tostarse por el otro lado; hacen como que escuchan cuando su marido les comenta alguna noticia del periódico; gritan el nombre de sus hijos de cuando en cuando, no vaya a ser que encima se les pierdan como el año pasado; observan el transitar de las jovencitas y miran a su marido a ver si las está mirando; en caso positivo planean venganzas nocturnas de abstinencia carnal; se ponen de costado, fuman tabaco rubio y depositan sobre la arena las colillas sucias de carmín; miran su reloj de pulsera y descubren sobresaltadas que es la hora de la telenovela; salen corriendo hacia el apartamento para no perderse el capítulo 233.

Parece un poco cruel reducir el universo humano a una escena playera como ésta; pero, sinceramente., en los tiempos que corren, dado el índice cultural que demostramos, yo me atrevo a firmar lo arriba escrito.-

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