Triste, inocua y perversa
La dura realidad golpea amargamente a los mercados. Después de la operación acordeón en la que las calles de Moscú llevaron la iniciativa en Wall Street e infundieron pánico y euforia, por este orden, en el mundo financiero internacional, todo conduce de nuevo a la hierática frialdad de los índices.Carlos Fuentes tuvo el atrevimiento de escribir que la economía es una ciencia abstracta, pero triste, inocua y muchas veces perversa cuando revela su auténtica naturaleza: es la única opinión que se sirve de números para imponerse. Ahora, la crisis de los bancos japoneses y el percance de Salomon son argumentos de esa perversión con reflejo en el dato. Los Getty, Goldsmith o Morgan se impusieron en el mundo de los negocios porque jamás concedieron un cheque en blanco a la inmortalidad. Protegían sus secretos para evitar que la feroz competencia desenterrara los demonios del pasado; y sus herederos lo agradecen en unos momentos de cambio sorprendentes en los que nadie se avergüenza de pensar que pronto los bisnietos Habsburgo, Hohenzollern o Romanov volverán a pasear sus fastos por Europa a pesar de dos guerras mundiales y 70 años de bolchevismo.
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