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Tribuna
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El arancel de guerra

Es prácticamente imposible dominar un mercado con gran liquidez; una aseveración que no sólo es válida para el gran especulador sediento de aventuras. La corriente de liquidez se puede parar, pero sólo en parte, y en este sentido se suele usar el ejemplo de la presa hidráulica al límite de su capacidad o del río que se desborda; fenómenos ante los cuales se pueden alzar correcciones institucionales que no hacen sino aplazar lo inevitable. La corriente vence y siempre es mejor sucumbir a la tendencia general, dejarse llevar, formar parte del conjunto para acabar arrancando la pequeña parte alícuota de un beneficio real o de una pérdida, según el caso. Ayer la corriente de liquidez actuó positivamente y sirvió para que los perdedores de días atrás, víctimas de las vacilaciones del mercado, recuperaran un poco de terreno.El éxito está en valores de gran liquidez, ahora que algunas empresas ratifican ante sus juntas grandes ampliaciones de capital. Se impone una especie de proteccionismo integral en el que vencen los grupos de servicios. El dinero se refugia en estas sociedades -o en las tarifas que rigen sus rendimientos- como en una especie de arancel de guerra. A cambio, esta operativa anula todo riesgo.

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