Sorpresa en Italia
LOS RESULTADOS del referéndum que se desarrolló en Italia el domingo y lunes pasados han constituido una sorpresa y una lección política de interés. La duda era saber si el número de votantes alcanzaría el 50% indispensable para que la consulta fuese válida. Pues bien, ese porcentaje ha sido ampliamente superado: ha votado más del 62% de los electores. Incluso en las zonas meridionales, tradicionalmente abstencionistas, la participación ha sido alta (más del 50%) y en regiones directamente sometidas al control de la Mafia, el número de votantes ha sido sensiblemente superior al de anteriores consultas.Los resultados del domingo han cortado una tendencia -que se venía manifestando desde hace décadas- a una participación decreciente en los referendos: desde el 87,7% que en 1974 introdujo el divorcio en Italia, hasta el 43% de hace un año, que supuso el fracaso de unas propuestas de los ecologistas sobre la caza y el uso de los pesticidas. Los partidarios de la abstención en el plebiscito del domingo -como el secretario general del Partido Socialista, Bettino Craxi, que aconsejó a los electores ir a la playa y olvidarse de las urnas- esperaban que se repetiría la abstención masiva de 1990.
No ha sido así. Y ello tiene una gran importancia política por el tema sometido al juicio de los ciudadanos. El sistema electoral italiano, basado en la proporcionalidad y en listas de partidos, permite a los electores otorgar cuatro preferencias, dentro de la lista, lo que influye considerablemente sobre los candidatos que son elegidos. En lugar de flexibilizar unas listas cerradas, las preferencias se convirtieron en focos de corrupción: eran una expresión concentrada de los vicios de una democracia mediatizada por manipulaciones y apaños en las cumbres de los partidos. Hay ciudades del Sur donde las preferencias se venden por unos cientos de miles de liras. La propuesta sometida a referéndum no las suprime totalmente, pero reduce las cuatro a una. Puede parecer poca cosa, pero en el complejo debate político que se desarrolla en Italia, votar en el referéndum -y votar sí- tenía un doble significado: primero, pronunciarse en favor de un sistema electoral más limpio y, a la vez, rechazar las campañas que Craxi y el presidente de Italia, Cossiga, están desarrollando en favor de una nueva República basada en el presidencialismo.
Por tanto, de las urnas se desprende un mensaje bastante claro: una demanda de reforma institucional, pero dentro del sistema parlamentario, depurando y perfeccionando su funcionamiento. El problema es que la traducción política de un referéndum es siempre compleja, sobre todo cuando, como ocurre en este caso, no se había producido una definición precisa por parte de muchos de los partidos políticos. Si Craxi abogó ardientemente por la abstención, hubo grupos en el Partido Socialista que pidieron el voto favorable. La Democracia Cristiana dejó libertad de voto a sus afiliados, pero Mario Segni, el iniciador de la consulta, pertenece a sus filas. El Partido Democrático de Izquierda -antiguo comunista- de Occhetto, apostó decididamente por el si: ahora recibe un respaldo serio con los resultados en unas circunstancias en que atraviesa momentos difíciles. Pero en los otros partidos surgieron opiniones encontradas.
En cuanto al presidente Cossiga -que persiste en su esfuerzo por ocupar el centro de la vida política contra viento y marea-, ha dado a los resultados del referéndum una interpretación adaptada a sus propósitos: se esfuerza por utilizarlos en su campafia en favor del presidencialismo. No obstante, y al margen de malabarismos, los que salen obviamente reforzados del referéndum son los demócratas de izquierda y los grupos que, desde diversos partidos, pidieron el sí. Bettino Craxi es el principal derrotado en toda esta complicada consulta electoral, él y sus excesos dialécticos al propugnar la abstención.
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