_
_
_
_

Bajó la carne de toro

Galache / Sánchez Puerto, Campuzano, Viña

Un toro -2º- de Francisco Galache (uno fue rechazado en el reconocimiento y cuatro devueltos al corral, por inválidos), terciado, inválido y encastado; 5º de Ortigao Costa, terciado, bravucón, noble. Sobreros, todos con gran trapío: 1º de Río Grande, flojo y topón; 3º de Puerto de San Lorenzo, manso en varas y con casta; dos de Diego Garrido, 4º bravo en varas y acabó manseando, 6º manso y desarrolló sentido. Sánchez Puerto: pinchazo y estocada (aplausos y también algunos pitos cuando sale al tercio); dos pinchazos, estocada atravesada que asoma y descabello (silencio). Tomás Campuzano: estocada delantera (división); dos pinchazos bajos, bajonazo descarado y dos descabellos (pitos). Rafi de la Viña: pinchazo y estocada corta baja (división y también protestas cuando saluda); estocada corta escandalosamente baja (silencio).

Más información
El presidente dice que está aprendiendo a ver toros en Madrid

El banderillero José Manuel Capilla fue asistido en la enfermería de lesiones de pronóstico reservado.

El presidente, Luis Espadas, fue ovacionado repetidas veces por su decisión de devolver cuatro toros inválidos al corral.

Plaza de Las Ventas, 19 de mayo. 10ª corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".

Buena noticia para los consumidores: ¡Bajó la carne! Bajó la carne de toro bravo, que para estofado está riquísima. Inesperadamente, se duplicó en Madrid el abastecimiento de la carne de toro y es el momento de comprarla y guardarla en el congelador, para cuando sea menester. Estaba previsto surtir los mercados madrileños con seis toros terciados y lo que llegó fueron 10, de ellos cuatro bien hermosos, uno de los cuales pudo romper la báscula, pues pesaba 627 kilos, el pedazo toro. De los 10, seis se lidiaron y cuatro murieron a mano de matarife en los corrales, a donde los envió sin contemplaciones el presidente de la corrida, que era el comisario Luis Espadas -ayer, para la afición en general, don Luis, y para la afición conspicua, excelentísimo señor don Luis- por las graves culpas de estar inválidos.Merced a la decisión del comisario Espadas, don Luis, no hubo escándalo alguno en la plaza. Hay otro presidente en el palco comportándose como se suelen comportar casi todos los presidentes en el palco cuando salen toros inválidos y el público protesta -es decir, haciéndose los sordos; llámanlos, también, suecos- y esa plaza, tan histórica, tan neomudéjar, la queman. Las decisiones de don Luis Espadas, en cambio, rápidas y expeditivas, provocaron la adhesión de los aficionados, -que le aplaudieron con mucha fe y contento. Estaban deseosos los aficionados de demostrar a los presidentes que no les tienen manía. Estaban deseosos de demostrar que no son anarquistas, ni van a los toros para asumir un protagonismo que ni les corresponde, ni quieren tampoco. Pero, claro, alguien tiene que defender la fiesta. Y si el presidente se hace el sordo 0 el sueco cuando aparece el toro y resulta que es vaco, alguien tiene que decir "por aquí no pasamos" y exigir el toro íntegro. Y si luego determinados toreros no se atreven con ese toro, pues ya vendrán otros más cabales, que abundan y sólo necesitan una oportunidad.

Un aficionado pidió a voces una nueva oportunidad para Sánchez Puerto, que porfiaba con sus dos toros buscándoles las vueltas, mudando terrenos, aplicando distintas suertes, y no pudo redondear faenas, ya que uno embestía con la cara alta, el otro se escapaba hacia las tablas. Lástima de torero, con tan malos toros. Hubo otros buenísimos, que le correspondieron a Tomás Campuzano, pero este coletudo no acertó a embarcar las boyantes embestidas, e incluso se vio desbordado por el quinto, que era terciado y pastueño. Rafi de la Viña tuvo un toro de casta que se entregaba cuando le consentía y templaba, y le quería desbaratar la ingle cuando no. El sexto, un entrepelao escurrido y veleto de añeja estampa, parecía sacado de una lámina impresa en color sepia donde sólo faltaban Reverte o Bonarillo intentando darle fiesta. O quizá estaban, reencarnados en Rafi de la Viña, que también quería dársela, pero el toro añejo desarrollaba sentido y no se dejó.

Otras escenas de toreo antiguo hubo en el ruedo. La más auténtica, el quite sensacional de Joselito Calderón al banderillero José Manuel Capilla, librándole de una cornada segura. La más bella, un espléndido par de banderillas de Montoliú. La más entrañable, el gran Florito, maestro de cabestreros, conduciendo toros al corral a punta de chaquetilla. Cuatro se llevó así. Cuatro que morirían a mano de matarife en la oscuridad de los corrales y luego serían trasladados al desolladero, donde los carniceros no daban abasto a pelar y cortar. Llega el señor Espadas a devolver otro, y lo tienen que descuartizar en la Avenida de los Toreros.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_