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Tribuna
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Ropa interior

A quienes viajamos en avión con cierta frecuencia no puede sino aterrarnos la posibilidad de que nos ocurra lo que en el célebre cuento: un caballero, portando tres maletas y una bolsa de palos de golf, acude al mostrador de Iberia en el aeropuerto de Madrid. "Señorita", dice amablemente, "quiero mandar esta maleta a Tokio, esta otra a Nueva York y ésta a Santiago de Compostela; los palos los llevo conmigo a Malaga". "¡Pero eso no puede hacerse!", exclama la pizpireta joven. ¡Cómo no!", contesta el viajero; ya me lo hicieron la semana pasada. Y ni siquiera lo había pedido".Me apresuro a aclarar que el extravío de equipaje no es un mal exclusivo de Iberia. Mi última maleta, por ejemplo, me la perdieron al alimón Lufthansa y Avianca. Es verdad que mi vuelo salía del aeropuerto de Tel Aviv, que la cosa sucedía en los habituales momentos de tensión en la zona y que llegué sólo con 20 minutos de antelación a la hora de salida. Dos fornidos israelíes, portadores de metralletas, miraron a mi maleta con el aire definitivo de quien piensa "ésta va directamente a la cámara de destrucción antibombas".

No puede usted ni imaginar, amigo lector, lo que significa que le extravíen la maleta. No se trata ya de perder el adorado pantalón de pana que se amoldaba cómodamente a su cintura desde 10 años atrás. Es que el precio de la ropa y de las cosas de lavarse se ha puesto por las nubes y ni sospecha usted el dinero que cuesta reponerlo todo. Ultimamente sólo viajo con lo más viejo que tengo. Dada mi reciente experiencia, es una excelente y relativamerite barata manera de enfrentarse con una renovación de vestuario.

Claro que seria mejor poderle decir a la señorita del mostrador: "Manden las tres maletas y los palos a Málaga, y a mí, piérdanme en Bali, por favor".

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