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Se cumplen 10 años de la 'deificación' de Mitterrand

El presidente francés lamenta no haber reducido las desigualdades sociales

François Mitterrand no alteró ayer su vida cotidiana por el hecho de que se cumplieran 10 años de su victoria en las elecciones presidenciales francesas de 1981. Mientras afluían al Elíseo los telegramas de felicitación del soviético Mijaíl Gorbachov, el alemán Helmut Kohl y otros líderes políticos mundiales, Mitterrand no hizo ninguna declaración particular y continuó despachando como si tal cosa.

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Sin embargo, el semanario socialista Vendredi publicó una larga entrevista con el presidente, efectuada días atrás. "La única cosa que lamento", decía Mitterrand, "es no haber podido reducir tanto como hubiera querido las desigualdades sociales".Como todos los viernes, Mitterrand recibió a primeras horas de la mañana al primer ministro, Michel Rocard. Ambos hombres analizaron la severa derrota que para su política de descentralización ha supuesto la declaración de inconstitucionalidad de la noción de "pueblo corso" incluida por el Gobierno socialista en el proyecto de estatuto de autonomía para la isla mediterránea. El pasado jueves, el Consejo Constitucional proclamó que la república francesa es "una e indivisible" y está habitada por "un solo pueblo, el francés".

Ese traspiés alteró más bien poco la serenidad y señorío con que Mitterrand quiso celebrar su aniversario presidencial. Tampoco pareció afectarle que ayer se cumpliera un año de la profanación del cementerio judío de la localidad meridional de Carpentras. La policía francesa ha sido incapaz de encontrar a los autores de aquel acto salvaje y, en contra de lo que afirmó en su día el ministro del Interior, tampoco ha podido probar la participación en el mismo de la extrema derecha.

El presidente francés despachó ayer los asuntos corrientes del Elíseo y tan sólo por la noche invitó a algunos amigos intimos a tomar una copa de champán. Días antes, en Moscú, flanqueado por Mijail Gorbachov, Mitterrand había afirmado: "La mejor decisión que he tomado en mi vida fue la de presentarme a las elecciones presidenciales". El tono de broma que imprimió a su comentario no pudo ocultar el hecho de que Mitterrand está más bien sastisfecho de su década al frente de la república francesa.

En la noche del pasado miércoles, los barones socialistas pretendieron festejar con alborozo el cumpleaños de la victoria de 1981. Todos los cronistas de la velada del parisiense Bataclán subrayaron la ausencia del presidente y el aire de falso regocijo del evento. Más que la satisfacción por la década de permanencia en el poder, a los reunidos les pesaban los graves problemas que afectan al Partido Socialista francés (PS).

Uno de cada cuatro afiliados al PS ocupa hoy un cargo retribuido con el dinero del contribuyente. Entre 1971 -fecha de su creación en el congreso de Epinay- y 1981 -año de la llegada al Elíseo de su fundador- el PS fue una eficaz máquina electoral. Ahora ese partido, que nunca ha reconocido su espectacular cambio de orientación ideológica, es un club de notables que se acuchillan por conseguir el título de delfin del presidente.

Crítica de izquierda

Los muros de París y las páginas de los diarios franceses estaban ayer cubiertos con mensajes en los que los partidos de la oposición efectuaban una crítica de izquierda a la década socialista. Las formaciones de Jaeques Chirac y Valéry Giscard d'Estaing reprochaban al mitterrandismo el aumento del paro y las injusticias sociales, el desprestigio de la escuela pública, las amenazas que pesan sobre las pensiones de jubilación, la corrupción política, el aumento del racismo y la explosiva situación en los suburbios urbanos.

Si Mitterrand reconoció en su entrevista a Vendredi las carencias de su política en materia social, el ministro de Economía y Finanzas, Pierre Bérégovoy, aceptó también que los socialistas "no han creado bastantes empleos". "Es verdad", dijo ayer Bérégovoy, "que Francia ha conocido en los últimos diez años un incremento del paro, mientras que el país esperaba que la presencia de los socialistas en el poder contribuiría a reducirlo".

A comienzos de los años ochenta, en plena euforia de las políticas ultraliberales de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, Mitterrand llegó al poder en compañía de los comunistas y con un programa presentado como una "ruptura con el capitalismo", Su etapa presidencial comenzó con cuatro ministerios para los comunistas, la nacionalización de la banca y de sectores industriales claves, la prolongación de las vacaciones de los trabajadores y la reducción de la edad de jubilación. A los dos años esa política había provocado una gran inflación y la debilidad del franco.

Los años 1983 y 1984 significaron un radical cambio de rumbo. El presidente francés se convirtió a la prudencia monetaria, bloqueó precios y salarlos, renunció a los ministros comunistas, aceptó su derrota frente a los partidarios de la escuela privada y efectuó un llamamiento histórico a favor del despliegue de los euromisiles occidentales.

La cohabitación con un gobierno de derecha presidido por Jacques Chirac y los tres primeros años de su segundo septenato, confirmaron el giro al centro que ha caracterizado esta década.

La Francia de hoy es más moderada y escéptica que la de hace diez anos, pero también más próspera en términos generales. Mitterrand ha modernizado su país. La generalización en la vida cotidiana de la electrónica y la informática, el rejuvenecimiento de la cultura francesa, el nacimiento de cuatro canales privados de televisión y el tren de alta velocidad, son otras tantas características de su paso por la presidencia. La política, la sociedad y la economía francesas son hoy mucho más próximas a las de norteamericanos, británicos o alemanes que en 1981.Todas las encuestas publicadas estos días afirman que sus compatriotas consideran a Mitterrand como el segundo gran político francés del siglo XX después del general De Gaulle. No obstante, uno de las grandes interrogantes de este aniversario es saber si Francia tiene hoy más o menos peso en la escena internacional que hace diez años. Para Jacques Chricac la respuesta es evidente: "Francia no ha dejado de perder influencia en los asuntos internacionales". El escritor de izquierda Regis Debray está de acuerdo con esa idea."En esta década", dice, "Francia ha pasado de ser actor a ser testigo de la Historia". Según Debray, De Gaulle era "un león" de la política internacional y Mitterrand es tan sólo "un zorro".

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