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El Congreso norteamericano aborta una huelga ferroviaria con una ley que ordenaba el fin del paro

Las dos Cámaras del Congreso norteamericano aprobaron a primera hora de la madrugada de ayer, tras una sesión maratoniana, una legislación de urgencia para abortar una huelga nacional de ferroviarios que durante 17 horas paralizó el transporte de mercancías y algunas líneas de pasajeros en todo el país. El presidente George Bush firmó el proyecto de ley ordenando el fin de la huelga poco después de que la Cámara de Representantes y el Senado llegaran a un acuerdo prácticamente unánime.

La razón esgrimida por los legisladores para adoptar su drástica decisión de intervenir en un conflicto laboral fue la situación de la economía norteamericana, que, según el secretario de Transporte, Samuel Skinner, no se puede permitir el lujo de afrontar unas pérdidas calculadas en 1.000 millones de dólares diarios (unos 100.000 millones de pesetas), en unos momentos en que lucha denodadamente para salir de una recesión.La huelga se había iniciado a las siete de la mañana del martes después de tres años de negociaciones infructuosas entre ocho de los 10 sindicatos ferroviarios norteamericanos y las 11 compañías de transporte de mercancías existentes en el país.

El abandono del trabajo por parte de los 200.000 trabajadores del sector ferroviario paralizó el movimiento de mercancías durante 17 horas en toda la red ferroviaria norteamericana, que absorbe un tercio del tráfico total de mercancí as en Estados Unidos.

Sin embargo, dada la peculiar configuración de los ferrocarriles norteamericanos donde cada compañía es propietaria de los tramos ferroviarios que explota, la huelga tuvo poca incidencia en el movimiento de la distintas líneas de transporte de pasajeros.

Los viajeros de cercanías en el corredor en tomo a Nueva York, Washington, Boston y Chicaco pudieron trasladarse a sus puestos de trabajo y regresar a sus hogares sin dificultad. El tráfico de pasajeros sólo se resintió en las líneas de largo recorrido y en algunos tramos de Califomia, donde los trenes de transporte de pasajeros utilizan las mismas vías que los de mercancías.

La celeridad con la que intervino el Congreso, que en el año 1982 puso también fin a una huelga similar, refleja la preocupación de los legisladores de Estados Unidos por las consecuencias que una paralización en el movimiento de mercancías a escala nacional podría tener en la tímida recuperación iniciada por la economía norteamericana.

Caso de haberse prolongado la huelga a lo largo de una semana, los tres gigantes de la industria automovilística del país, General Motors, Ford y Chrysler, que envían una gran parte de su producción a través del ferrocarril, se hubieran visto obligados a cerrar la mayoría de sus fábricas con despidos masivos de decenas de miles de trabajadores.

Industrias afectadas

En igual situación se hubieran encontrado la industria alimentaria, la maderera y la siderúrgica. "En una semana, toda la cadena de distribución del país se hubiera paralizado", manifestó ayer James Bartley, presidente de la liga nacional de transporte industrial.Con el fin de no ser acusado por los sindicatos de interferencias en la negociación colectiva, el Congreso se abstuvo de imponer un acuerdo sobre la base de las recomendaciones de una junta de arbitraje que en los últimos tres años ha tratado de conciliar las diferencias entre los sindicatos y las empresas de transporte ferroviario.

En su lugar, ha decidido nombrar una comisión (le tres expertos independientes para que estudien el conflicto y produzcan un arbitraje en los próximos 65 días.

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