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Tribuna:POSGUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO
Tribuna
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Un puente con pilares democráticos

Durante la preparación y la fase más álgida de la guerra del Golfo, la propaganda utilizó profusamente la referencia a las matanzas cometidas por Sadam Husein contra el pueblo kurdo. Muchos de los Gobiernos implicados organizaron investigaciones sobre las empresas implicadas en el suministro de las sustancias y la tecnología necesaria para dotar de dichas armas a Sadam.No es creíble que los Gobiernos que tan fielmente suscribieron las resoluciones de la ONU contra Irak no contaran en sus archivos con el informe realizado por una misión de dicho organismo en el que se subrayaba la masividad del empleo de estas armas por parte de las fuerzas iraquíes y el origen occidental de las sustancias empleadas. El informe hacía mención a espoletas españolas no detonadas halladas en el campo de batalla, fabricadas y transportadas por un consorcio de empresas: Explosivos Río Tinto, Explosivos Alaveses, Metaxsa, etcétera.

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Hasta 1988 pueden hallarse, en las estadísticas de comercio exterior, las pruebas del tráfico de armamento y de sustancias susceptibles de utilizarse en la fabricación de armas químicas. El último caso conocido ha sido el de una empresa cántabra, exportando a Irak varias toneladas de un producto imprescindible para la fabricación de gases de utilidad militar. El Acuerdo de Australia (ratificado por el Gobierno español) indica que su exportación debe estar sujeta a férreo control gubernativo.

Sólo en armamento convencional, durante la guerra iranoiraquí, empresas públicas y privadas españolas exportaron por valor de 32.700 millones de pesetas al amigo iraquí. Esto es sólo la punta del iceberg, ya que todos conocemos la habilidad de los mercaderes de armas para ejercitar el comercio triangular y eludir los acuerdos internacionales.

Gas tóxico

Todos los países participantes en la coalición contra Sadam le armaron y financiaron, por lo que son cómplices de las matanzas Sólo unas pocas fuerzas políticas y sociales alzaron la voz el 17 de marzo de 1988, cuando los aviones y la artillería de Sadam lanzaron nubes de gas tóxico sobre la población de Halabja, asesinando a más de 5.000 personas hiriendo a más de 20.000, lanzando a decenas de miles a un exilio miserable. Pocos preguntaron en las instituciones europeas sobre el envenenamiento intencionado de 2.000 de los supervivientes, demostrado por médicos británicos en julio de 1989, en un campo de refugiados en territorio turco. ¿Y quién osó plantear a la opinión pública que, a pesar de las mutuas acusaciones entre los regímenes turco e iraquí sobre la autoría de estos hechos, aún se mantenía vigente por aquellas fechas un acuerdo entre ambas dictaduras que permitía la intervención del Ejército de una en una franja fronteriza del territorio de la otra? Según el servicio turco de la BBC del pasado 31 de marzo, las tropas turcas han reeditado esta vieja práctica ante la debilidad del régimen de Bagdad.

Mencionamos todo esto porque tememos los nuevos sufrimientos que pueden aguardar a este pueblo inmerso en la guerra civil en Irak, y el destino de silencio y represión en el que puede acabar su nuevo intento de emancipación: la actual ofensiva iraquí es más grave que su intervención en Halabja, los bombardeos de la aviación británica en los años veinte, los genocidios cometidos por Irán en los años cuarenta, setenta y ochenta, del más de medio siglo de estado de excepción y la guerra sucia actual en Turquía...

Sadam está ejecutando a su pueblo y al pueblo kurdo, y en Occidente, en la ONU, en la CEE, en el Consejo de Europa, en el Gobierno español y en aquellos foros en que Halabja se utilizó como un B-52 más, sólo se oye un horroroso silencio, que, sin embargo, suena con más fuerza que muchas de las arengas que nos ensordecían sólo hace dos meses. ¿Un silencio cómplice? Tal vez. Al menos tiene un gran parecido con la actitud de mantener contenida la respiración, con una callada esperanza de no perder a uno de nuestros policías mundiales, que "en el fondo tampoco hacía tan mal su trabajo". ¿Cuánto falta para que asistamos a una nueva oleada de análisis que relativicen lo dañino que era Sadam y la existencia de algunas ventajas innegables de su presencia en la zona?

Las fuerzas democráticas deben trabajar por todos los medios para seguir apoyando el derecho de libre autodeterminación de los kurdos, el mayor pueblo sin Estado del mundo. Desde antes de la crisis ya veníamos asegurando que Turquía, Siria e Irán exigirían que se pagase el precio político de su intervención al lado de las tropas estadounidenses o de su fingida neutralidad. Entendemos que el pago de este precio injusto de una guerra injusta no debe constituir una nueva vulneración del derecho internacional y de los derechos humanos aún mayor, si bien silenciosa, que la invasión de Kuwait.

Es posible que no podamos aliviar el inmenso sufrimiento que ha supuesto arrasar dos países, pero debemos exigir que se asegure un marco pacífico y democrático para la convivencia en Oriente Próximo. Para que no vuelva a darse otra guerra, pero también para que de una vez por todas se camine hacia una mejora de las condiciones de vida y de respeto de los derechos humanos en la zona, ya que hay que recordar que, incluso sin la guerra, la vida es corta y dura en los países árabes, y que se acorta, aún más, si se acompaña del deseo de libertad.

Modelo de Estado

No somos quienes deben decidir el modelo de Estado o las nuevas fronteras en Oriente Próximo. Eso es algo que deben definir sus propias poblaciones, pero sí tenemos un derecho: el de asegurar la impecabilidad de los precios políticos que nuestros Gobiernos paguen a los guardianes de sus intereses en el Tercer Mundo.

Además de exigir una conferencia internacional que confiera una nueva base de convivencia, legítima, pacífica y democrática, a todos los países y a pueblos de la zona, debemos plantear la inviolabilidad de los principios que rigen los foros internacionales.

Los países industrializados pueden utilizar el tremendo poder de presión política y económica que detentan para marcar, de manera indeleble, las condiciones en las que se sustenta una paz duradera, los beneficios de un desarrollo compartido y la mera presencia en los organismos internacionales de los regímenes de la zona (como se ha hecho con Suráfrica y cuyos resultados están a la vista de todos).

Éste sería el caso, por ejemplo, de Turquía, cuyo presidente, Turgut Ozal, tiene como máximo objetivo entrar en la CEE. Ha dejado claras sus expectativas de que su alineamiento con la fuerza multinacional le permita integrarse en la CE sin cumplir las condiciones de libertad y democracia que constituyen la regla de juego y el principio fundamental de los países miembros de la misma. Los Gobiernos de los países industrial izados deberían apoyar la integración de Turquía siempre y cuando legalice a todos los partidos políticos, centrales sindicales y asociaciones, amnistíe a las decenas de miles de prisioneros políticos, suspenda las legislaciones especiales y cumpla los acuerdos sobre derechos humanos firmados por el Consejo de Europa (institución de la cual ya es miembro), desmonte su aparato paramilitar, termine la guerra sucia con los kurdos y los bombardeos de la población civil, cumpla con las promesas realizadas por su fundador, Mustafá Kernal Ataturk (que, por cierto, consiguió la victoria al frente de un Ejército integrado mayoritariamente por kurdos), en el sentido de que "Turquía será un Estado binacional con un Parlamento binacional", que acabe con la tortura masiva e indiscriminada que caracteriza la labor de su policía, con los asesinatos, las desapariciones y los secuestros, las deportaciones forzosas, etcétera. En resumen, que cumpla con esas minucias que separan una democracia real de una comedia sangrienta.

En cuanto a los demás regímenes que ocupan el Kurdistán, no estaría de más indicarles que la existencia de un Estado kurdo (como provincia autónoma kurda repartida en cuatro Estados con permeabilidad de fronteras o como Estado propiamente independiente) no se basa sobre el debilitamiento de la causa árabe, sino sobre la convivencia pacífica y democrática, el desarrollo económico y la distribución de la riqueza, la libre autodeterminación de los pueblos, incluso de los suyos propios.

Ya puestos a exigir impecabilidad democrática y a diseñar nuevos órdenes internacionales, esperamos que esta guerra constituya una lección definitiva. Amplios sectores de la población española y especialistas de todo el mundo han subrayado reiteradamente la urgente necesidad de replantear las relaciones entre los Estados y los pueblos, entre el Norte y el Sur. Tras la inicial euforia producida por el deshielo Este-Oeste, el mundo sigue en llamas, consumido por la guerra, la injusticia y el hambre. Es imprescindible entrar en una nueva era basada en un definitivo control de armamentos y en la desaparición progresiva ' de los arsenales mundiales, basada en un gran esfuerzo de cooperación, distribución y devolución de la riqueza, ayuda internacional a cambio de democracia.

Sobre lo utópico

Como siempre, se nos acusará de ser utópicos. Si no fuera empañar una palabra necesaria que no significa más que el compendio de las esperanzas de la humanidad, diríamos que utópico es pensar que va a mantenerse un orden mundial que deja a tres cuartas partes de la misma en la miseria, el hambre y el miedo. Utópico sería pensar que Jomeini o Sadam, que los estallidos sociales en el mundo árabe o en Latinoamérica no son ya anuncios del incendio mundial que supondrá mantener un orden como el actual y las muertes por hambre o cólera son ya síntomas de la necesidad urgente de distribuir la riqueza en un nuevo orden mundial solidario.

El Kurdistán, si así lo decidiesen sus habitantes, puede y debe surgir como un portentoso puente entre Asia y Europa, entre el Norte y el Sur, un puente con pilares democráticos. En ello confiaba incluso el presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson, que en su plan de 15 puntos dedicaba el número 12 a asegurar la libre autodeterminación de los pueblos que habían estado sometidos al imperio otomano.

Francisco Palero es coordinador del Área de Política Exterior de Izquierda Unida (IU). Husein Kaya es representante en España del Frente de Liberación Nacional del Kurdistán. José Iglesias es periodista de la Asamblea de Cooperación para la Paz.

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