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La convención del PS francés ratifica las sanciones contra 12 parlamentarios

La convención socialista de Cachan (alrededores de París) acabó ayer ratificando las sanciones adoptadas contra 12 diputa os y senadores del Partido Socialista francés (PS) que, el 16 de enero de 1991, votaron en el Parlamento contra la entrada de Francia en la guerra del Golfo. La principal figura entre los que ahora han perdido el derecho a hablar en nombre del partido es el novelista y diputado europeo Max Gallo, adscrito a la corriente que lideraba el ex ministro de Defensa Jean Pierre Chevènement.El tema más conflictivo que debía resolver la convención giraba en torno a la propuesta del primer secretario del PS, Pierre Mauroy, que quiere adelantar el congreso del partido a finales del año en curso, alegando la necesidad de separar su celebración de las elecciones regionales de la primavera de 1992. La convención no se ha pronunciado ni a favor ni en contra, quedando aplazada la decisión hasta la reunión del mes de junio de la ejecutiva.

Laurent Fabius es quien se ha opuesto a la sugerencia de Pierre Mauroy con mayor claridad: "Quiero expresar mi perplejidad ante una convención sobre un nuevo orden mundial que corre el peligro de transformarse en una convención sobre la nueva fecha de un congreso".

Para Mauroy, el sentido del adelanto se basa en la oportunidad que ofrece el congreso para reideologizar el partido, "darle un proyecto para el año 2000 y evitar que los debates sin ideas deriven en debates sobre personas". Detrás de la advertencia de Mauroy está el recuerdo del congreso de Rennes de 1990, cuando los líderes de las diversas corrientes del socialismo francés -Rocard, Jospin, Mauroy, Fabius y Chevènement- se enfrentaron en una batalla que tenía como norte el reparto de parcelas de poder y prepararse para la carrera del posmitterrandismo.

Tropiezos

Si Chevènement aparece hoy como alguien que ha abandonado la lucha en el interior del PS -no asistió a la convención-, Mauroy corre el riesgo de pagar con su cargo un posible desastre electoral en las regionales. Fabius no quiere ahorrarle el peligro, sobre todo porque él aspira a suceder a Mitterrand en 1995 y quiere quedar al margen de los pequeños tropiezos del socialismo. El primer ministro, Michel Rocard, no tomó partido públicamente. Fue la personalidad más aplaudida de la convención porque supo anteponer su situación de jefe de Gobierno a la de jefe de una de las corrientes que aspiran a dominar el aparato del PS. Su discurso fue prácticamente el único que se preocupó por la idea de un nuevo orden mundial. Rocard destacó algunos de los logros del decenio socialista -la jubilación optativa a los 60 años, la nueva ley de sanidad y la llamada "contribución social generalizada"- y propuso una serie de objetivos en la línea de favorecer la construcción de "una Europa que no consistan tan sólo en un mercado unificado".

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