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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tres pasos al centro

LA OCUPACIÓN del centro es la clave del Gobierno en la mayor parte de las democracias parlamentarias, y España no es la excepción. La solidez de posiciones del socialismo desde 1982 se debe en buena parte a la debilidad de los intentos alternativos de ocupar el centro político desde la derecha. Acierta José María Aznar cuando sintetiza su dinámica en la frase "he dado un paso al centro y estoy dispuesto a dar tres más". En la misma dirección se mueve Felipe González cuando construye un Gobierno más técnico y menos ideológico, y cuando abre alianzas con el CDS y con los nacionalismos vasco y catalán.El Partido Popular acaba de esbozar mediante el acuerdo de fusión con Unión del Pueblo Navarro (UPN) un gesto de similar intención, aunque sea de menor calado. Este acuerdo persigue descabalgar a los socialistas del Gobierno de Navarra en las elecciones autonómicas del 26 de mayo. Pero constituye a la vez un ensayo de nuevas fórmulas de entendimiento entre fuerzas conservadoras para articular la difícil alternativa que permita su acceso al Gobierno en 1993. Porque si se confirmasen las previsiones de mengua electoral del PSOE serán obligatorios los acuerdos de las grandes fuerzas con sus vecinos.

Con el acuerdo entre la derecha y el regionalismo navarro parece improbable que el PSOE pueda ensamblar una mayoría que le permita seguir al frente del Gobierno de Navarra tras las elecciones autonómicas. Más difícil parece -aunque sea ése el objetivo de los populares- convertir tal acuerdo en modelo a extender a otros pequenos partidos regionalistas -Aragón, La Rioja, Canarias, País Valenciano, principalmente- y resulta imposible proyectarlo a las formaciones nacionalistas catalanas y vascas.

Ideológicamente, no debería haber obstáculos para que el PP llegara a acuerdos con grupos regionalistas de su mismo signo. El problema no estriba tanto en la ideología como en la dificultad de compatibilizar electoralmente los objetivos de política nacional propios de la derecha estatal con los excesivamente localistas que, con frecuencia, promueven las derechas regionales, y de arrancar luego con programas de gobierno coherentes. Con las grandes formaciones nacionalistas -Convergéncia i Unió y PNV-, que tienen un indudable protagonismo en la política general, la dificultad de un posible acuerdo con el PP no es tanto de programas como de historia e ideología. Hoy por hoy, no hay mutua confianza entre los nacionalismos moderados y el Partido Popular en la concepción del Estado. Y aunque en política nada está escrito, eso provoca que el entendimiento de los nacionalismos históricos sea más factible, a pesar de todo, con el PSOE que con el PP.

El PP, además, conduce su apertura hacia el centro con más decisión y arrojo, evidenciados en la actitud de su líder, que habilidad y fortuna. El partido de Aznar ha sabido elegir algunas cuestiones de la política de Estado como susceptibles de consenso -determinados aspectos de la política exterior-, lo que le allega una imagen más moderada. Pero difícilmente logra concretar posiciones alternativas sólidas y arraigadas en la opinión en asuntos en que un partido conservador debe ser preciso, contundente y tenaz, como la política fiscal. Y se pierde frecuentemente en maniobras de estéril divertimento, como la presentación, en el último debate sobre el estado de la nación, de una retahíla de 200 mociones imposibles de discutir, o la curiosa batalla por el uso obligatorio de las cabinas electorales. Estas actitudes satisfacen por sus folclorismos antisocialistas a los más radicalizados de sus votantes, pero no aumentan su número.

El reto del PP es centrar y moderar la imagen de una derecha de escasa tradición democrática, superar su techo electoral con la aportación pactada de los votos de la derecha regionalista y reforzar su respetabilidad homologándola con los grandes partidos conservadores europeos. Una tarea en la que José María Aznar, al menos en teoría, afirma que está dispuesto a actuar como rompedor, y que es previa a la formulación desde la propia derecha de una alternativa seria capaz de sustituir al PSOE en el poder.

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