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Herrera, cárcel con mancha

Los funcionarios denuncian graves deficiencias de seguridad y temen nuevos motines

Ha sido el primero, pero no el último. Al menos eso temen los funcionarios de la prisión de Herrera de La Mancha, donde la pasada semana se produjo el secuestro de cuatro personas, seguido de motín. Los trabajadores denuncian que el marchamo "máxima seguridad" que tuvo esta cárcel -antes sólo para etarras- es un error. "El circuito de televisión no funciona. La mayoría de las puertas se abre apretando un botón. El único sistema de seguridad somos nosotros", coinciden los sindicatos. La Secretaría de Asuntos Penitenciarios trata de imponer el silencio.

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"A tal respecto, lamento participarle que esta Secretaría General no considera oportuno acceder a lo solicitado", contestaba el pasado lunes el departamento de Asuntos Penitenciarios -Ministerio de Justicia-. El respecto era la petición de EL PAÍS para visitar la cárcel de Herrera de la Mancha y entrevistar a su director, enviada horas después de los incidentes registrados en la prisión.La negativa de los responsables de prisiones impide el contraste de la información con las fuentes oficiales, pero no que los periodistas se cuelen en la zona de régimen abierto de Herrera de la Mancha, hablen con presos, funcionarios, jueces y familiares de internos.

Visita del ministro

El panorama que pintan los portavoces en Herrera de los sindicatos Unión de Funcionarios de Instituciones Penitenciarlas (UFIP) y CC OO, es desolador. Miembros de CSIF, que hasta hace poco compartieron este destino, coinciden. "En esta cárcel la seguridad es mínima", afirman unánimemente. El nuevo ministro de Justicia, Tomás de la Quadra, podrá comprobarlo si, tal como se espera, visita el centro la próxima semana, probablemente el mismo lunes.

Los sindicalistas coinciden en citar abundantes ejemplos: El circuito cerrado de televisión no funciona desde hace un par de años. El sistema de apertura de puertas mediante claves y la central de alarma "están hechos polvo". "Cualquiera puede abrir todas las de acceso, excepto la principal, con solo apretar un botón", aseguran. El perímetro de la prisión no cuenta con más seguridad que la vigilancia desde las garitas de la Guardia Civil.

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Lo cierto es que, a pesar de las deficiencias, nunca se han producido fugas en Herrera. "Aunque los presos lograran salir, ¿dónde iban a ir después? Esto es un páramo", explican los funcionarios. El régimen interno tiene fama de duro entre los presos de toda España.

El portavoz de UGT, que como todos los demás pide el anonimato por razones de seguridad, niega las acusaciones de "amiguismo" con la dirección, desempeñada por un afiliado a la central socialista. No ve la situación "tan negra" como los otros, pero es muy crítico con "la mala gestión y la política equivocada" de la Secretaría General de Asuntos Penitenciarios. Ahí sitúa el origen de todos los males.

El representante ugetista denuncia el retraso de las mejoras. A mediados del año pasado, una comisión de seguridad de la cárcel envió a Asuntos Penitenciarios el informe solicitado sobre las deficiencias de seguridad de Herrera, en el que se proponían algunas reformas.

En noviembre estaba ya autorizado el comienzo de una primera fase de reformas, presupuestada en 22 millones de pesetas. Estas mejoras, previstas para enero de 1991 y que aún no han comenzado, comprendían instalar cámaras de televisión -sólo funciona la del pasillo de acceso-, remodelar el centro de control, instalar un cuadro de alarmas y mejorar la seguridad perimetral.

Reformas que no llegan

Las reformas no llegan y el ánimo de los funcionarios decae. Sobre todo después del secuestro y motín de la pasada semana, primeros incidentes graves que se producen desde que la cárcel dejó de tener la exclusiva de los presos de ETA, de finales de 1983 hasta mediados de 1989. Ahora en Herrera de la Mancha solo quedan 36 etarras, según datos de las Gestoras Pro Amnistía. El resto de los internos -cerca de 300 en régimen cerrado y un centenar en la prisión abierta- son presos comunes.

Los funcionarios, acostumbrados a la relativa tranquilidad de los etarras -que llegaban a negociar con los directores cuestiones del régimen interno- se encuentran ahora con reclusos más conflictivos, sobre todo jóvenes con largas condenas y clasificados en el primer grado -dos horas de patio, veintidós de celda- También surgen los problemas de sida y drogadicción. Ante este estado de cosas, los funcionarios de la prisión se sienten inseguros. Temen que un nuevo motín estalle en cualquier momento. Fuentes judiciales con acceso al penal tampoco son optimistas. "Se masca la tensión", dicen de un centro inagurado en 1979 como de máxima seguridad y que ya no tiene este calificativo.

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