Carla Corso
La prostitución, intelectualizada 'en tonos fuertes'
"Creo que prostituirse no significa sólo vender la vagina: sería demasiado simple y demasiado fácil. Cada prostituta, además de su trabajo, busca una serie de placeres y también satisfacer curiosidades". Carla Corso, 1.80 de estatura, rubia pintada, miope, de profesión prostituta, ha escrito su historia en un libro publicado estos días en Italia: Retrato en tonos fuertes (Giunti, Florencia).Se prostituye en Pontebbana, cerca de Treviso, y vive en Pordenone, en el norte de Italia, ha fundado el movimiento de los derechos de las prostitutas, es amante de los animales y declara ser del signo de Cáncer. Minifalda, bolso, tacones y hogueras para calentarse en invierno: tiene un novio, odia a los hombres y reclama el derecho a prostituirse, y se considera más afortunada que la la mayoría de las mujeres. En su trabajo no hay delito, excepto el cometido por el cliente. De estupro. Porque, para Carla, cada vez que un hombre compra a una mujer, comete estupro.
Picaresca narración la historia de Carla, puta de la calle según la define Dacia Maraini, escritora ferninista que en el prefacio del libro escribe: "Es el encuentro con el padre, popular, violento y enamorado de sí mismo, que pega a su mujer, que acostumbra a Carla desde niña a un mundo masculino de violencia". Pero, escribe Maraini, es difícil encontrar en los romances de hoy, un personaje tan montaraz y triunfante como el de este testimonio literario.
El libro cuenta la historia de Carla. Pero ¿y lo que piensa ella de los hombres? "Los hombres son esclavos de sus propios genitales". dice Carla Corso. "Por este motivo son capaces de interrogarse en estos días sobre la reapertura de las casas de citas". Ésta es la razón por la que en estos días se abre una polémica en Italia sobre la reapertura de estas casas, pero de la calle están desapareciendo ya las putas fellinianas, en cambio, hay muchísimos transexuales, que ofrecen una idea de mujer con ligueros y ropa íntima que sólo existe en la fantasía de los hombres, y resulta un triste recurso entre hombres que nada tienen que ver con las mujeres.
"Por lo que se refiere a los italianos", sigue Carla, "tienen fama de donjuanes, pero esto es una mentira literaria. Son incapaces, a veces tacaños, frustrados y misóginos".
Nunca me he sentido diferente de las otras mujeres", dice. ¿Y realizar gestos y actos íntimos con un extraño? ¿Vender el cuerpo? "Entre una prostituta y sus clientes no hay ninguna intimidad, ningún deseo. Si tengo que destaparme los senos, el cliente tiene que pagar más", cuenta. "No se hacen cosas especiales, y en un pequeño pueblo como en el que vivo yo no necesitamos protectores. La relación es aséptica, y siempre con preservativo, porque las putas tienen mucho miedo al sida. Por lo que se refiere a la venta, yo pienso que es más humillante ir a trabajar a una fábrica o cuidar a un marido y los hijos. Un marido que casi siempre te paga menos de lo que me pagan los hombres".
El libro de Carla fue escrito hace cinco años por Sandra Landi, una antropóloga experta en lenguaje. Carla Corso habla Mejor que escribe, y escuchándola, se acaba por creer que el trabajo más viejo del mundo ha cambiado y que la prostituta no se avergüenza de su papel, al contrario, lo intelectualiza. Porque Carla no quiere hacer una carrera política corno Cicciolina: quiere seguir en su trabajo de prostituta, y lo explica al mundo sólo porque quiere afirmar su identidad.
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