Carlos Prieto
Ha muerto en México Carlos Prieto, "uno de la generación del 27, como yo mismo le llamé en el prólogo a uno de sus libros. No sólo literariamente considerada, y además del egregio grupo de poetas epónimos de ella, la generación del 27 tiene entre sus miembros un insigne pensador (Zubiri), un gran médico internista Jiménez Díaz), una pléyade de magníficos narradores (Ayala, Rosa Chacel y Benjamín Jarnés en cabeza), los innovadores humanistas que López Rubio conmemoró (él, como dramaturgo, también comprendido) tres descollantes hombres de ciencia (Palacios, Duperier, Fernando de Castro), un eximio cirujano (Trueta)... La lista podría dignamente continuar. Pero quedaría incompleta si a ella no se añadiese el nombre de Carlos Prieto.Asturiano de familia nacimiento, emigró a México en la tercera década de su edad. Allí, al frente de la Fundidora de Monterrey, creada no mucho antes por un tío suyo, pronto de ella la más importante empresa industrial del país, y con ella como base pudo llevar a cabo dos de sus vigorosas vocaciones complementarias: el mecenazgo y la exaltación documentada, no retórica, de la obra civilizadora de España. Mecenas fue de la música, a cuya promoción México tanto ayudó, a !a que ha legado el excelente violoncelista que es su hijo -esto es lo que más importa a los españojes conscientes de serlo-, guerrero protector de los exillados a quienes la guerra civil obligó a buscar nueva casa en tierra mexicana. La magnífica obra científica, técnica y docente de los exiliados en México, orgullo de cuantos españoles quieran serlo de una España entera, tuvo un eficaz y magnífico gestor en el industrial. Carlos Prieto.
Pero este hispano-mexicano, tan culto y lector, además de eminente hombre de empresa, sintió también en su alma la necesidad de contribuir al mejor conocimiento de la obra descubridora y civilizadora de su primera patria. Su monografía sobre el descubrimiento del Pacífico añade nuevas luces a la listo riografia de esa grandísima hazaña, y sus estudios sobre la minería en México son pieza imprescindible para la valoración de lo que a tal respecto hicieron allí los españoles de la Nueva España. "Ninguna ciudad del Nuevo Continente", escribió Humboldt, "sin exceptuar Estados Unidos, presenta establecimientos científicos tan grandiosos y sólidos como la capital de México, y me bastará citar aquí la Escuela de Minas, dirigida por el sabio Elhuyar". La colonización española de América tuvo sombras y luces. Entre tales luces, pocas tan brillantes como ésta a la que quiso dedicar buena parte de sus desvelos el gran hispano mexicano de la generación del 27 que acaba de morir. Bien merece el homenaje de nuestro recuerdo.
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