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Un niño cae a un pozo de 30 metros y se fractura solamente la rodilla

Una rodilla fracturada, una torcedura de tobillo y un gran susto fueron las únicas consecuencias de la caída de Diego Alejandro Monsalve, un niño de 13 años, a un pozo de agua de 30 metros de profundidad situado en el jardín de su casa, en la calle de la Caridad, en Pozuelo. El accidente ocurrió a las 18.30 de¡ miércoles, cuando cedió la tapa del pozo sobre la que Diego se encaramó para coger unas flores. Media hora después el niño era rescatado por la Policía Municipal y los bomberos y trasladado al hospital Clínico de San Carlos, donde todavía permanece en observación.

"Yo estaba en casa y Diego jugaba con una amiga suya en el jardín. De repente oí gritos de la niña diciendo que mi hijo se había caído al pozo", relata Gloria Elena Brandón, madre de Diego, sin que todavía se le haya pasado del todo el susto.El citado pozo, de unos 30 metros de profundidad, 47 según la madre de Diego, tiene un fondo de 20 metros de agua. "Diego se zambulló en el agua, pero consiguió salir hasta donde podía respirar, y allí se agarró a una varilla para no caer de nuevo", asegura Gloria Elena. "Luego empezó a gritar para que le sacáramos, y decía que le bajásemos su walkman para oír música hasta que le rescataran", añade. Un gran melómano, sin duda.

Junto al brocal

Mientras Gloria Elena permanecía junto al brocal del pozo donde había caído su hijo, la niña que estaba jugando con él en el momento del accidente llamó a la Policía Municipal, y ésta se puso en contacto con los bomberos. Uno de ellos bajó con una soga hasta donde se hallaba el muchacho.El rescate fue rápido, y, a las ocho de la tarde, Diego Alejandro ingresaba en el hospital Clínico de San Carlos, donde le diagnosticaron una rotura de rodilla y una torcedura de tobillo. Allí permanecerá seguramente hasta esta tarde, cuando se cumplen las 48 horas de observación pertinente. "Le están haciendo radiografías por si hubiera lesiones internas, pero no parece que tenga nada grave", asegura la madre.

Nunca había ocurrido antes nada similar en este domicilio cercano a la estación de Pozuelo. "No temíamos nada, porque el pozo está protegido por un muro de un metro de alto y cubierto con una tapa", dice Gloria Elena. Pero fue esta misma tapa la que, desgastada por los años, cedió ante el peso del niño. Diego estaba chupando un bombón e intentaba coger unas flores de un árbol, para lo que se había subido al pozo, cuando sintió que caía. "Menos mal que conservó la sangre fría, a pesar de los nervios; si no ahí se queda ahogado", explica su madre.

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