El Madrid culmina una temporada nefasta
El Real Madrid ha tocado fondo. Los más viejos del lugar no recuerdan un día tan trágico como el de ayer. Tragedia humana, con el cruel infarto sufrido en el banquillo por Ignacio Pinedo, el entrenador del equipo de baloncesto, en la final de la Copa Korac. Y tragedia deportiva, con la tristísima eliminación en la Copa de Europa de fútbol. Jamás el Real Madrid había perdido por un resultado tan amplio en un partido de Copa de Europa en el Bernabéu.
El Spartak de Moscú se encontró con un rival noqueado, que hace mucho tiempo que ha dejado de creer en sí mismo, y se limitó a disfrutar sobre el césped. Aún fue bondadoso en la tragedia, porque perdonó ocasiones tan claras que un 1-5 habría sido lógico. El miedo escénico se convirtió en vergüenza colectiva. Vergüenza en las gradas, con un público durísimo con su equipo e incapaz de animar ni siquiera con el empate a uno. Y vergüenza en el campo, donde los jugadores estaban tan empequeñecidos que parecían buscar un hoyo en la hierba para desaparecer del estadio. La depresión surgió del césped para adueñarse de todo el estadio, incapaces los espectadores incluso de abandonar sus asientos ante el espectáculo tan triste al que estaban asistiendo.
El partido comenzó bien con el gol de Butragueño, sí, pero cuando el Spartak empató, la frustración se adueñó de todo el estadio. No hubo ni siquiera una mínima reacción de aliento. Todo era frialdad, impotencia, resignación ante la tragedia. Y, lo que es aún más increíble, incluso con el empate a uno la sensación que el equipo transmitía era que todo estaba ya perdido.
Desastre táctico
El Madrid este año no tiene enemigo más poderoso que él mismo. No cree en sus posibilidades, y el Spartak de Moscú se limitó a sacar provecho de ello. Moviendo el balón con rapidez. el Spartak desbordó una y otra vez al centro del campo y a la defensa blanca. Sólo necesitaba cuatro o cinco pases al primer toque para acentuar el stress de Jaro. El planteamiento táctico, del Madrid tampoco ayudó. Sólo tres defensas actuaban como tales -Chendo, Hierro y Solana-, pero su resistencia era escasísima. Llegaban siempre un segundo más tarde que el soviético de turno. Sanchis y Maqueda -muy bajo de forma-, colocados en el centro del campo como bloque de contención, se diluyeron como un azucarillo para convertirse en espectadores de las acometidas soviéticas, dírigidas siempre por Shalinov.Encabezados por un Butragueño que extrañamente sobresalía por su motivación -quizá por los videos de las remontadas históricas que repasó en su domicilio-, el Madrid aún tuvo una tímida reacción en la primera parte. Hierro envió un cabezazo al larguero (m. 27) y un defensa soviético sacó bajo los palos otro remate de Sanchis (m. 33). Pero todo terminó con el 1-2 (m.37). Radchenko, un delantero rápido y directo, enterró las ilusiones europeas.
Ni siquiera hubo una reacción orgullosa en la segunda mitad. Ni siquiera Hugo Sánchez -que no es el mismo de antes por mucho que lance frases desafiantes- encontró posibilidades de aplicar su mortífero remate. Ni siquiera la vieja sociedad Michel-Butragueño logró ligar una sola de esas jugadas que antes realizaba a ciegas. Ni siquiera Gordillo, el filón más rentable de los últimos años, creó una sola situación de peligro.
De hecho, los últimos 45 minutos se hicieron larguísimos. En situaciones así, el reloj corre a toda velocidad. Anoche las manecillas discurrían con parsimonia, casi regodeándose con la desgracia blanca. Mientras el Madrid parecía jugar a cámara lenta, el Spartak lo hacía a ritmo normal. Y eso le bastaba para presentarse ante el desesperado Jaro una y otra vez. La situación era tan absurda que incluso debió afectar a los delanteros soviéticos. Popovich (m. 50) y Radchenko (m. 57) se encontraron solos ante Jaro, y no marcaron porque debieron sufrir un ataque de compasión. El único que no se vio afectado fue Shmarov, que voleó el 13.
El público se cebó en Michel y Sanchis, que realmente tuvieron una noche nefasta. Pero fue injusto. El desastre, la larga agonía, no tenía un único culpable. Hay razones psicológicas -los jugadores no creen en sus posibilidades físicas -son incapaces de recobrar la velocidad de antaño-, técnicas -Di Stéfano no ha sabido dar personalidad y orden al equipo-, y de dirección -la renovación de la plantilla ha sido nefasta- La crisis del Madrid, y ayer quedó demostrado en toda su magnitud, es tan enorme que sólo puede superarla con un tratamiento de shock.
Los dos cambios de Di Stéfano fueron anecdóticos. Ni Aldana ni Paco Llorente aportaron lo que le faltaba al Madrid: ilusión y ambición. Lo más penoso fue la ausencia de orgullo en la derrota. Parecía como si los jugadores del Madrid creyesen que aquello no iba con ellos, que otros debían luchar por ellos. Un jugador cogía el balón, y otros tres, junto a él, se quedaban mirando sin desdoblarse; otro perdía la pelota en el centro del campo, y se quedaba contemplando el contraataque soviético con los brazos en jarras.
Fue un final tristísimo, a ritmo lento, acompañado con dramatismo por unos espectadores que ayer se dieron cuenta, finalmente, de un desastre anunciado desde hace meses. La situación es tan patética que algo que parecía un mini-reto al inicio del año, clasificarse para la Copa de la UEFA, se ha convertido ahora en tan difícil para este equipo como escalar el Everest.
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