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Reportaje:

La herida de la guerra

Los musulmanes que viven en Madrid también sufren el impacto de los bombardeos

El día que estalló la guerra, un hombre llamó a la puerta de la mezquita de Madrid, la más antigua, la cuna de los musulmanes de aquí. Cuando abrieron se encontraron con un español, un cristiano que, deshecho en lágrimas, preguntaba qué podía hacer él para compensar el horror de lo que estaba empezando. Se han dado bastantes casos como éste, de solidaridad con el pueblo árabe, que, desde la insalvable distancia, vive con la angustia pegada a la piel las consecuencias del conflicto. En las mezquitas y en las casas de oración madrileñas se apiñan los islámicos en esta hora de dolor, y hasta los no practicantes sienten que la herida se agranda mientras cuentan las bombas.

H. M., médico iraquí de 28 años, refugiado político-dejó su país para no participar en la guerra entre Irak e Irán, que se confiesa musulmán no practicante y enemigo de Sadam Hasein, no puede contener su indignación: "Tengo status de rejgiado y asilo, estoy casado con una española, poseo permiso de trabajo y pago rigurosamente mis impuestos en este país. Y no soporto la idea de que mi dinero está sirviendo para que desde aquí salgan los aviones que están masacrando a mis compatriotas".Este médico dice que hasta ahora no ha observado signos de rechazo en la sociedad espafiola. La opinión de otro médico, Mohamed, de 40 años, pales Lino, que lleva 22 años en EspaÍa, es muy distinta: "En el bloque en donde vivo hay vecinos que desde que empezó la guerra no me dirigen el saludo. En el hospital, un com ' panero con el que he trabajado durante 15 años, sin que mostrara hostilidad, se me acercó y nie dijo que nos van a mandar a, todos los moros allá abajo para que nos exterminen. En el colegio, a mis hijos, que son tan pequeños que ni siquiera saben dónde queda Irak, les dicen que hay que matar a los moros y a los judíos para acabar con el problema. Se lo dicen los otros niños".

Para Ahmed, uno de los 200 marroquíes ¡legales que sobreviven escondidos en los alrededores de la localidad madríleña de Boadilla del Monte, al aire libre y en condiciones deinfinita miseria, la situación es aún peor: "Los policías que nos cogen en redadas para deportarnos por la Ley de Extranjería, siempre nos han llamado moro de mierda o jodio moro. Ahora nos dicen, además, que nos vayamos a la guerra".

En Boadilla, a menos de 15 kilómetros de Madrid, estos emigrantes, cuando no trabajan, se esconden. En un edificio medio derruido, carente de lo esencial, comparten su existencia con las ratas. Un retén vigila permanentemente por si viene la policía. Todos calzan zapatillas de tenis para poder correr a campo traviesa y todos tienen miedo, menos uno que asegura que es muy valiente y que se ha fabricado una cuerda para descolgarse desde la ventana de su habitación y salir zumbando cuando aparece la patrulla.

Estos hombres, aunque creyentes, no pueden viajar a Madrid para rezar los viernes en la mezquita por tenior a que los detengan. "No importa, los musulmanes pod emos practicar nuestras oraciiones en cualquier lugar", dice. Sin embargo, en general sienten el desarraigo que les produce hallarse aquí y en situación tan desesperada. Muchos añoran el canto del muecín llamando a la plegaria cinco veces al día: "Forma parte de una forma de vida, ¿comprende?, y el silencio es un vacío muy grande". Otro marroquí, que no da ni siquiera su nombre de pila, masculla en un limitado pero contundente castellano la indignación que le produce el trato que recibe: "En Marruecos, yo hospedar españoles en casa, comida y cama gratis, invitados míos. Aquí, vida de perro, hostia".

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La defensa del islam

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En la mezquita de Madrid, el argelino Shawky, de 33 años, que en su país es profesor y se encuentra en España con una beca, habla de la necesidad de que no se ahonde el abismo que esta guerra ha abierto ya entre españoles y árabes. "España todavía está a tiempo de desarrollar con nosotros una política de integración que respete nuestra diversidad, que no ocurra como en Francia, en donde quieren que nos diluyamos, que perdamos los signos de identidad".

Signo de identidad por encima de todo: el islam. Curiosamente, Shawky ha redescubierto su religión en España: "Al enfrentarme con la forma de vida occidental, no me satisfizo, y eso me hizo buscar mis raíces". Para el palestino Mohamed, el islam es un sistema de vida integral: "No una teoría, sino una concepción global que condiciona al individuo tanto en su actitud con la familia como en su comportamiento en el trabajo o en la calle, con los demás. No hay nada en el islam que llame a matar, ni a agredir, ni a marginar, tanto entre nosotros como hacia los demás".

Abdullah, palestino de Cisjordania, comerciante, de 41 años, afirma: "Como me dijo un profesor, el cristiano sólo lo es cuando va a la iglesia; nosotros, somos musulmanes en todo momento". Yahya, un español de 26 años que se convirtió a la fe musulmana hace tres y trabaja como administrativo en Correos, afirma: "Yo he pasado por la búsqueda de la verdad, como otros españoles, y la encontré en el islam, que es Es una cosa que me llena". El también está desolado por la guerra.

Todos comparten el rechazo a la imagen que los medios de comunicación dan de los musulmanes como potenciales terroristas: "Si hasta han salido listas en los periódicos clasificándonos por grados de peligrosidad". Abdul, sirio, nacido en Damasco, nacionalizado español, declara: "El fundamentalista es Bush, que quiere imponer su forma de vida, que no tolera al distinto: primero la tomó con los comunistas, y ahora con nosotros".

Nuestras leyes

Recuerda el palestino Abdullah: "Occidente, desde 1825, dirigió sus ojos hacia Oriente y se encontró con un mundo y un modo de vida presididos por el Corá y las leyes islámicas, buenas o malas, pero nuestras, un sistema. Y en vez de intentar comprender nuestra psicología impusieron sus propias leyes para alejamos de las nuestras". El médico Mohamed corrobora: "Ustedes sólo nos miran desde su propia óptica, desde la que favorece sus intereses".

De la destrucción sistemática a que está siendo sometido Irak opina otro sirio, Omar, que trabaja de intérprete y frecuenta otra mezquita, la de la calle de Alonso Cano: "Lo que se está arrasando no es sólo el armamento que los occidentales pro

porcionaron a Sadani Husein para que les librara de Irán. No se dice que ese país estaba mejorando a nivel económico y social. Muchas empresas españolas han trabajado allí, en proyectos civiles". Y Walid, iraquí, que procede de una zona donde había kurdos, persas, árabes y turcomanos

que salieron huyendo durante la guerra contra Irán, añade: "Con Kuwait o sin Kuwait, había que arrasar Irlik, porque no puede tolerarse que haya una -potencia árabe capaz de enfrentarse con Israel, y encima desarrollada". "En estos tiempos del rnalo Sadam no se recuerda que Irak

consiguió el premio de la Unesco del 88 a su campaña de alfabetización", complementa Mohamed. "Sabemos quién es Sadam Husein, sabemos cómo piensa y lo que puede hacer en el futuro, pero, por el momento, es nuestra insignia, porque no nos dejan tener otra. Detrás de Husein hay una causa, una verdadera causa", agrega Walid.

Khalid Swedan, iraquí de 31 años, intérprete y abogado, que trabaja como gestor en un bufete de letrados españoles, no quiere responder a la pregunta de qué ocurrirá cuando acabe la guerra: "Eso no lo pienso, no lo puedo pensar, me duele pensarlo. Me preocupa la posguerra". Hace 14 anos que no vive en su país, y pocos días después de la invasión de Kuwait -para él, "recuperación legítima de un territorio históricamente iraquí"- se enamoró de una norteamericana. "Ella piensa como yo, pero por ahora creo que no es momento de planteárselo a sus padres".

En la mezquita de Madrid se piensa en el después con más serenidad: "Si Sadam Husein pierde la guerra (Dios no lo quiera)", reflexiona el doctor Mohamed, "nosotros no la vamos a perder, porque la nuestra es una guerra larga. La nuestra es una guerra cultural o de supervivencia que dura desde hace siglos. Tenemos que educar generaciones que no crean en líderes, en personajes, sino que dispongan de sólidos cimientos, de base científica. Eso supone mucho trabajo, vamos a tener que tragarnos muchos insultos y desinformaciones como lo de ahora, que aumentará si la guerra se pierde. Pero nuestra lucha es lenta y larga, y no acabará con la derrota".

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