Ultimo aviso
Quien avisa no es traidor, dice el refrán. La dedicatoria personal firmada por el secretario de Defensa norteamericano cuando días atrás visitó a sus tropas en el frente saudí era algo más que una bravuconería de la propaganda aliada. Era el último aviso. "A Sadam, con afecto", escribió Dick Cheney en una bomba de 1.000 kilos.Luego se han producido los horribles daños colaterales en los que cientos de víctimas civiles resultaron muertas o heridas en el refugio de Bagdad. Según el eufemismo bélico, daño colateral es la mujer acribillada con su hijo en brazos, el anciano tembloroso que deja de temblar para siempre y el joven jordano ablandado en autobús, entre dos fuegos, cuando huye hacia su patria.
De nuevo la CNN suministró el espanto de la escena. Y el Pentágono dijo que, a lo hecho, pecho, a la vez que reiteraba la tesis de que el refugio no era un refugio civil, sino un objetivo militar camuflado con los cuerpos de ciudadanos inocentes. La culpa, volvió a decirse, es sólo de Sadam por utilizar escudos humanos en una guerra de alta tecnología.
La culpa, si es que puede hablarse de esto al cabo de 60.000 misiones de combate aéreo de la fuerza multinacional, no era por supuesto debida a un fallo de la bomba inteligente. Los jefes pueden ser torpes, pero las bombas guiadas por rayos láser se equivocan dificilmente. Dispara y olvídate, indican las instrucciones de estos ingenios. Olvídate de todo, menos de que has de volver a disparar al cabo de un rato.
Ahora ya puede el Consejo de la Revolución Iraquí anunciar su deseo de un alto el fuego seguido de la retirada de sus tropas de Kuwalt, si Israel -algo muy improbablehace otro tanto de los territorios ocupados. Borrón y cuenta nueva. Pero ¿desea Washington esa cuenta nueva cuando en la vieja todavía puede mejorarse el saldo?
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