Las chabolas donde reina Sadam
En los barrios miserables marroquíes se cuece el caldo de cultivo del radicalismo
Marruecos se halla sometido a periódicas convulsiones sociales que se saldan con abultadas cuentas de detenciones, muertes y heridos. La última se produjo el pasado diciembre, principalmente en Fez, como consecuencia de una huelga general en demanda de alzas salariales. El punto de partida, de los desbordamientos son los inmensos barrios de chabolas que rodean las ciudades, donde se hacina una población mayoritaríamente joven, sin escolarizar, sin salidas laborales, sometida al cerco del hambre y de la falta de vivienda.Cada movilización sindical o política plantea el problema de cómo encauzar la enorme violencia acumulada en estas ciudadelas del hambre, donde crece el rencor contra los ricos y contra Occídente, y Sadam Flusein aparece corno el libertador de los parias de este mundo.
En Fez viven más de 600.000 personas, una tercera parte de las cuales en los barrios de chabolas. Se considera que dentro de la vieja medína sobran 150.000 personas que debieran ser realojadas. El analfabetismo, el desempleo, la desescolarización y el hambre son la norma, como sucede también en muchos barrios de Casablanca o de Rabat. Todo ello constituye un polvorín que estalla a la menor sacudida social o política. Puede bastar un aumento en los precios de los productos de primera necesidad, como podría surgir de un cambio súbíto en la escena internacional o de una repentina explosión de nacionalismo a propósito de algún conflicto territorial, como es el que se plantea en torno a los enclaves españoles.Odio a los jeques
En los barrios más pobres no faltan la politización -en la que interviene por supuesto el islam, que impregna el conjunlo de la vida social-, y el nacionalismo árabe, perfectamente arraígado, como expresión del orgullo ultrajado de los millares de desheredados que se hacinan en los suburbios y que contemplan la riqueza del Occidente próximo y de Ics barrios ricos como un insulto. Los jeques del petróleo sor. odiados en Marruecos como en pocos países árabes. "Vienen a Marruecos a buscar carne fresca y joven", asegura unajoven femi
nista. "Nos hacen sentirnos gente prostituida", dije un mi litante socialista. La gran ma yoría de los marroquíes identi fican a la gente rica del Golfo con traficantes de esclavos sexuales que han conseguido corromper a los jóvenes. Esta idea es más lacerante todavía en los barrios de chabolas, don de cualquiera está dispuesto a aceptar un trabajillo, por humillante que sea.
La mayoría de los barrios de chabolas cuentan con una mezquita, que desarrolla i-núltiples funciones, además de :a estric tamente religiosa. Sirve, por ejemplo, para protegerlo contra la destrucción, pues según creen los vecinos las autorida des no se atreven a tocar los al rededores de un recinto sagra do. Es el lugar de reumón y activismo social y político. Constituye la referencia central en torno a la que se organiza la vida del barrio: las horas del día por los rezos del almuédano, las fiestas por la asistencia de los fieles. Visualmente, los barrios adquieren fisonomía gracias al alminar que se yergue por encima de las oscuras cabañas de hojalata. No es extraño, por tanto, que el integrismo prospere en este caldo de cultívo tradicional de la izquierda.
Las revueltas sociales son producto casi directo del fracaso de las políticas económicas, típico de un país del Tercer Mundo. Los razonables intentos de reducción del déficit, que han producido buenos resultados económicos -por ejemplo, en 1988-, gravitan sobre los gastos civiles, ante la permanente presión de la deuda exterior y la demanda de gastos militares, exigidos entre otras cosas por el mantenimiento de un importante contingente en el Sahara. La población marroquí crece a una velocidad mu~ cho mayor que su economía: en el año 2000 se calcula que se llegará a los 35 millones de habitantes, es decir, en 100 años sehabrá multipli.cado por siete, desde los cinco millones de habitantes censados en 1900.
En la imposibilidad de mantener, ya que no aumentar, el nivel de crecimiento de los gastos civiles correspondientes a esta demografía galopante -que debieran, dedicarse a vivienda, escolarización, sanidad, infraestructuras o seguridad social, si río a cuestiones más urgentes como subvención a los productos de consumo de primera necesidad (harina, azúcar, aceite ... )-, los expertos hallan uno de los más nítidos orígenes de las violentas revueltas populares que se producen con regularidad. alarmante.
Pero la contención del gasto público viene marcada por un hecho muy significativo, que subraya Rémy Leveau en la revista Monde Arabe. MagrebMachrek (número 118), editada en Rabat: "únicamente el presupuesto de la Casa del Rey queda fuera del examen de los firíancieros". Así, no es extraño que, en los bidonvilles, Sadam sea identificado con los palestinos y con el propio proceso de democratización que proponen los partidos de la oposición.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.