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La sociedad y la nueva policía

El autor del artículo sostiene que es la realidad social la que debe definir el nuevo modelo de policía local que se pretende adoptar en base a la Ley de Coordinación de Policías Locales Autonómicas, de forma que se consiga un consenso respecto a esta norma que en la Comunidad de Madrid lleva dos legislaturas sin ponerse en marcha.

La polémica que está surgiendo respecto a la Ley de Coordinación de Policías Locales Autonómicas, que, al parecer, el Gobierno de Leguina no va a conseguir sacar adelante después de dos legislaturas, casi toda una década en el Gobierno de la región madrileña (CAM), se debe básicamente a que se pretende sacar adelante una ley sin tener claro qué es lo que con ella se pretende regular. En otras palabras, se pretende hacer una ley que posibilite la coordinación de las policías locales y no se sabe ni cuál es el modelo policial objeto de la coordinación, ni qué finalidad debe cumplir: preparar el terreno para una futura policía autonómica (la Ertzaintza de Leguina), evitar que las policías municipales dependan sólo de los correspondientes ayuntamientos, suplir a la Policía Nacional y a la Guardia Civil allí donde éstas no pueden llegar, crear unos nuevos hombres de Harrelson, etcétera.Sin haber dado respuesta a estas dos cuestiones, se hace poco menos que imposible poder llegar a un consenso sobre la coordinación de policías locales, pues difícilmente puede haber un acuerdo sobre la formación de policías, por ejemplo, si no sabemos con anterioridad qué modelo de policía queremos. Modelo que, a nuestro entender, debe surgir, primero, del análisis de la realidad social, sobre todo de aquellas connotaciones sociales más estrechamente relacionadas con las funciones que el policía municipal tendrá que desempeñar. Pensemos, por ejemplo, en la violencia. Violencia en el terrorismo y en los accidentes viarios; violencia de la industria, en vertidos incontrolados hacia el agua y el aire, contra la fauna animal, extinguiendo especies o queriendo agredir el hábitat; violencia de los pueblos frente a los pueblos, de las grandes potencias sobre países subdesarrollados, de las sociedades frente a los colectivos sometidos a. la marginalidad, la pobreza o el paro.

Resumiendo: una sociedad que supone un hábitat que provoca mecanismos inadaptados mediante los cuales el individuo pretende, curiosamente, defender su integridad psicofísica; mecanismos que, en ocasiones, a algunos nos pueden parecer ridículos, pero que pueden ir desde soluciones espirituales hasta el satanismo; de la fuga a la droga; de la lucha contra el reloj de nuestro tiempo -con el correspondiente infarto incluido- a la más absoluta pasividad con la correspondiente depresión patológica, y un largo etcétera más.

Si a todo esto le sumamos la desigualdad social, la influencia de los flagelos sociales (drogas, sida, etcétera) y el impacto de los medios de comunicación de masas condicionados por la competitividad de la publicidad, los ruidos y la luminotecnia ampliada por los vatios necesarios, tenemos la ensalada social servida.

Linchamientos de inocentes

Ante toda esta situación, que piadosamente llamaremos no natural en nuestro sentido de ser histórico, de fantasmas sociales, como los llamaba el psiquiatra González Duro, el individuo transgrede la norma fijada para el comportamiento social, para no convertirnos en eso que Paul Aster llama "el país de las últimas cosas", el todo cotra el todo y contra todos; se traslada, en suma, la razón intrínseca del desconcierto, la insatisfacción de logros inalcanzables, el bombardeo publicitario sobre la felicidad del consumo, a la sinrazón de descargar iras y frustraciones sobre chivos expiatorios, los transgresores, para los que de seamos los más severos castigos. Verbi gracia: grupos vecinales para luchar contra la inseguridad ciudadana, linchamientos de inocentes, etcétera.

Pero, con ser ello grave, lo son más aún los comportamientos similares que desde el poder -que supuestamente debería poner paz y orden- se ejercen. Añadiendo más desorden aún, cuando no perpetuando los modelos sociales desde análisis burocráticos y tecnificados que poco tienen que ver con nuestro acercamiento europeo, o con iniciativas americanas que buscan fórmulas de disuasión con agentes del orden cercanos a los ciudadanos y fácilmente reconocibles: los policías de barrio, o mejor, la policía comunitaria.

En segundo lugar, será la finalidad que deba cumplir esa policía que queremos coordinar la que condicione el modelo que deseamos, y que, a su vez, viene condicionada:

1. Por lo que las normas superiores ordenan (Constitución, resoluciones de la ONU, Ley 2/ 86.

En este sentido, nosotros partimos de la Idea de que la razón de ser de la policía, constitucionalmente, es facilitar la convivencia de todos los ciudadanos -artículo 9.2 de la Constitución- y proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades -artículo 104 de la Constitución- Y esto debe hacerse sin perder de vista la recomendación que ya, desde su V Congreso sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, en el año 1975, hace la ONU: "Abandono prioritario de la vía represiva adoptando, en consecuencia, la vía preventiva para conseguir un mundo apaciguado".

Aceptado este planteamiento, algunos podrían cuestionar el cumplimiento de las funciones que, en consecuencia con nuestro planteamiento, la Policía Municipal debería cumplir, por considerar que tales funciones no podrían cumplirse por las limitaciones que marcarían tanto el artículo 148.1 y 22 de la Constitución como el artículo 53 de la Ley 2/86.

Creemos que el enfoque así planteado no sería correcto, dado que, estudiando en profundidad el artículo 148 de la Constitución, observamos que posibilitaría esas funciones y mucho más.

Y, por lo que se refiere a la Ley 2/86, probablemente sí se encontrarían dificultades, pero la realidad es que, en opinión de muchos estudiosos del tema, es una ley deficitaria, opinión a la que nosotros nos sumamos, y por eso entendemos que se debería haber empezado precisamente por ahí: por hacer los trámites oportunos para que esta ley fuera debidamente modificada.

2. Por lo que la evolución de la dinámica social demanda, y que nos lleva a plantearnos interrogantes y dicotomías como: ¿Represión social o cooperación ciudadana? ¿Una carga social más o un beneficio social? ¿Un cuerpo de policía más o un complemento indispensable a la Policía Nacional y a la Guardia Civil?

De las respuestas a estas interrogantes debe partir la ley capaz de regular un instrumento social (la policía local) útil, progresista y adaptado a los continuos cambios que la dinámica social impone, para poder luchar con eficacia contra la inseguridad ciudadana, que es, a nuestro entender, la patología de esa dinámica social más preocupante hoy día. Pues no olvidemos que ante el temor de la potencial agresión física se dan fenómenos que trastocan, prácticamente, todo entramado social, cambiando hábitos, conductas y hasta comportamientos. Pensemos, al respecto, cómo se ve alterada nuestra vida por el solo hecho de pensar que podemos ser víctimas de un atraco o que nos puedan robar el coche.

es diputado y portavoz adjunto del Grupo Parlamentario del CDS en la Asamblea de Madrid.

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