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D'Arcais: "No elegir a Occhetto fue una decisión irresponsable"

El director de 'Micromega' analiza la primera crisis del Partido Democrático de la Izquierda

Juan Arias

Paolo Flores d'Arcais, director de la revista de pensamiento Micromega, uno de los intelectuales más lúcidos de Italia, forma parte del grupo de 52 personajes externos que han sido elegidos miembros del Consejo Nacional del nuevo Partido Democrático de la Izquierda (Partito Democrático della Sinistra, PDS), surgido del desaparecido Partido Comunista Italiano (PCI).

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Como miembro de este órgano supremo de gobierno del partido, Flores d'Arcais, que intervino y tomó la palabra en el reciente congreso celebrado en Rímini, fue uno de los que participaron también en la votación para elegir secretario en la que Achille Occhetto no logró la mayoría necesaria para ser designado. "A mi juicio, lo ocurrido en Rímini , ha dicho el intelectual italiano, uno de los no comunistas con los que Occhetto más consultó antes de tomar la decisión de cambiar el PCI, "no ha sido tanto una traición o un parricidio, sino más bien una decisión irresponsable".

Tres almas

El congreso, señala, había permitido la posibilidad de manifestar cualquier tipo de disenso, aun el más áspero. Y se sabía que entre los que habían decidido llevar a cabo la "aventura oechettiana" de crear el PDS había fuertes divergencias políticas. "Pero en el momento simbólico de elegir al primer secretario del nuevo par1-ldo", dice, "hubiese sido más que justo y decente que, dejando de lado dichas divergencias, se hubiese hecho una elección por unanimidad". Y añade: "Ha sido muy feo", y un reflejo del viejo modo de hacer política, "el haber querido demostrar la hostilidad al secretario precisamente en el momento simbólico del nacimiento del partido ya aceptado por mayoría".

Según D'Arcais, en el nuevo partido existen tres almas y una de ellas es la de quienes, con Occhetto, creen sinceramente que había llegado la hora de acabar "con todos los comunismos sin excepción" y dar vida así "a un nuevo partido de izquierdas, liberal, que no fuera ya ni comunista ni tampoco pura y simplemente socialdemocrático, sino algo nuevo, capaz de devolver a la gente el gusto por la política, fuera de los cánones de la vieja y desgastada partitocracia tradicional".

Esta alma, como ha revelado primero el congreso de Bolonia de 1989 y ahora el de Rímini, ha resultado vencedora y mayoritaria. Por ello, Occhetto puede decir que él ha contado con una mayoría en el congreso, primero, y en el nuevo Consejo Nacional del PDS, después, lo que no explica su no elección como secretario de la nueva formación política.

Otra alma es la de los encabezados por Giorgio Napolitano, los cuales, dice D'Arcais, "ven el cambio del PCI como la posibilidad de dar vida a un partido nuevo", pero "corno los otros", un partido socialdemócrata más, con su buena dosis de mezquinos juegos partitocráticos".

Y, por último, el alma radical y movimientista, encabezada por Pietro Ingrao, que representa, según D'Arcais, "a los que quieren que el PDS sea en realidad el partido de los neocomunistas; es decir, que su disenso dentro del partido -del que no han querido quedarse fuera-, "más que de programa, es, en el fondo, de identidad". "Se quedan dentro del PDS, pero siguen llamándose y sintiéndose comunistas, y luchando para que dicha identidad acabe prevaleciendo".

Para D'Arcais, la alegría de los otros líderes de los partidos tradicionales que sostienen al Gobierno italiano, como el socialista Bettino Craxi, el republicano Ugo La Malfa y el democristiano Arnaldo Forlani, que dan ya por "fallecido" al PDS apenas nacido, es "más que comprensible", porque, afirma, "tienen pavor de que pueda aparecer un partido que sea al mismo tiempo occidental y alternativo, porque ellos son partidos occidentales, pero no alternativos".

Y ahora, ¿qué hara Oechetto? D'Arcais manifiesta el temor de que mañana se reelija a Occhetto por una "unanimidad hipócrita" que acabaría dejándolo prisionero de la vieja lógica de las corrientes.

Para él, la solución mejor sería que Occhetto se volviera a presentar, pero pidiendo los votos de los que están dispuestos a hacer marchar al partido que salió vencedor del congreso, aunque para ello salga elegido sólo con el 51% de los votos, ya que ello sería más "claro y leal".

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