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Empiezan en Alemania los procesos contra dirigentes de la antigua RDA

Alemania empieza, a partir de esta semana, a rendir cuentas con el pasado reciente, un proceso repetido varias veces a lo largo de este siglo. Harry Tisch, que fuera todopoderoso jefe de los sindicatos en el desaparecido Estado alemán comunista, es el prímero de la antigua gerontocracia de Berlín Oriental en tener que enfrentarse a los tribunales de justicia. A Tisch le seguirán otros dirigentes a la espera de que las autoridades soviéticas entregen a Erich Honecker, el líder de todos ellos, a quien protegen en un hospital militar en las afueras de Berlín.Tisch, que a sus 63 años es uno de los más jóvenes de la antigua cúpula comunista, fue tambien uno de los primeros en ser procesado cuando todavía un comunista, Hans Modrow, se hallaba en el poder en Alemania Oriental. El jefe de los sindicatos de la antigua RDA está acusado de abuso de confianza, corrupción y fraude al Estado. Su caso fue uno de los más notorios cuando fue hecho público. Tisch se había apropiado de millones de marcos procedentes de los fondos sindicales con los que había construido lujosas mansiones para sí mismo y para sus familiares. Disponía de cotos de caza privados.

El caso del jefe de los sindicatos comunistas parece ser uno de los que menos problemas plantea. Se trata de pura y simple corrupción, perseguible incluso por las leyes del desaparecido Estado comunista, precisamente las que sirvieron para llevarlo a la cárcel en la que todavía se encuentra, concretamente en el hospital de la prisión de Plótzensee, en Berlín.

La misma prisión, y también el hospital, lo comparte con otro de los personajes más famosos y que mayor poder acumuló con el régimen comunista. Erich Mielke, de 83 años, el ministro de la Seguridad del Estado, el hombre que dirigía a la odiada Stasi, la policía política comunista.

También esperando juicio, se encuentran, entre otros, Günter Mittag, el encargado de economía en el politburó, y Hermann Axen, el encargado de relaciones internacionales.

Solo Honecker, el jefe de todos ellos, sigue, de momento lejos del alcance de la Justicia. Fue trasladado, a principios de diciembre pasado, a la unidad cardiaca del hospital militar soviético de Beelitz, cerca de Berlín, justo en el momento en el que se dictaba la orden de detención contra él, acusado de ordenar que se disparase a matar contra quienes huían del país.

El problema que se plantea es el de cómo establecer la acusación. ¿Bajo qué leyes juzgar unos actos cometidos dentro de la legalidad de un Estado ya desaparecido?. Los alemanes se preguntan si la República Federal Alemana se ha convertido en un país ocupante que, como en el juicio contra los nazis en Núremberg, puede imponer sus propias leyes retroactivamente.

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