Una pareja en crisis
Para Miquel Roca y Jordi Pujol ha llegado la hora de la divergencia
El único partido español que no había sufrido una crisis de dirección grave desde la restauración de la democracia se ha sumado esta semana oficialmente a la lista de los que las han padecido. El eterno número dos de Convergencia Democrática de Catalunya (CDC), Miquel Roca, ha hecho saber que no quiere seguir siéndolo. El conflicto consiste en que el número uno, Jordi Pujol, quiere continuar en su puesto de líder absoluto, tanto en el partido como en el Gobierno de la Generalitat. En consecuencia, Roca tiene ante sí dos opciones: retirarse o dar la batalla para sustituir al número uno. Haga lo que haga, la crisis está servida.
Larvada durante mucho tiempo, esta situación se ha hecho patente esta semana. Se ha dado así un paso más, aunque el más decisivo, hasta ahora, en la configuración de dos posiciones políticas dentro de Convergència, de las que cada uno de los dos líderes es la personificación.Como otras parejas notables en la política española de los últimos 15 años, Roca y Pujol han acabado por significar políticas distintas después de años de haber formado tandems altamente compenetrados. La hora de la separación que alejó a Adolfo Suárez de Fernando Abril Martorell a Xabier Arzalluz de Carlos Garaikoetxea, a Felipe González de Alfonso Guerra, ha llegado también para Pujol y Roca.
Roca expresa hoy dentro de Convergència un rechazo a la política de confrontación sistemática con el Gobierno socialista; un cansancio por la permanente tentación de colocar la pugna partidista en el plano ideológico, de forma que los acuerdos son muy difíciles, frágiles y, en el fondo, insinceros. Es también el defensor de una profesionalización elevada, que contrasta con el tono medio de su partido. Los fieles de Roca consideran que la administración autonómica levantada por Pujol es un gran fiasco.
Frente a estas posiciones, Pujol es la personificación de la desconfianza respecto al Gobierno de Felipe González; de la preferencia por las trincheras ideológicas antes que por el pacto. Es, además, el patrón omnipresente que dirige personalmente hasta el último detalle el partido, el Gobierno y la Administración autonómica, con algún ribete autoritario y elevadas dosis de improvisación. Su modelo es el ordeno y mando propio de la pequeña empresa familiar.
Este último aspecto, la forma en que Pujol ejerce sus poderes, ha tenido un peso decisivo eh el distanciamiento de Roca y la configuración, lenta pero implacable, de estas dos posiciones. En Convergéncia, Pujol tiende a serlo todo: ideólogo, estratega, conductor de maniobras tácticas, líder electoral, presidente del partido, secretario general, presidente del grupo parlamentario y del Gobierno de la Generalitat, intelectual orgánico de sí mismo. Es, y se reivindica, el fundador.
Junto a una figura de estas características queda poco margen para otra cosa que no sea la sumisión. Pujol se distingue, además, por una frenética hiperactividad. Es capaz de ocuparse al mismo tiempo de la política regional europea y del nombramiento de directores generales; de combinar la elaboración de listas electorales con la presentación de libros. Todo ello alternando con cenas con empresarios o cónsules, visitas a barrios populares o viajes a Washington y Tokio. Y, por supuesto, siempre con el ojo puesto en lo que haya que hacer en Madrid. La interferencia de Pujol en la actuación de Roca como su embajador ante el Gobierno es uno de los elementos que ha profundizado el foso entre ambos.
Desgaste del Gobierno
El desgaste sufrido por el Gobierno catalán en el último año y medio, durante el que por vez primera ha sido objeto de fuerte contestación en amplios sectores sociales, permita pensar que Pujol no podrá repetir en las próximas elecciones autonómicas la mayoría absoluta de que disfruta desde 1984. Si esa previsión se confirma, se abrirá entonces una nueva etapa, en la que, como ha hecho ya el PSOE desde 1989, Convergència deberá pasar de la orgullosa mayoría solitaria a los acuerdos parlamentarios o las coaliciones de gobierno.Una parte de CDC estima que Pujol ha sido un buen protagonista para la primera etapa, pero cree que su modelo muestra síntomas evidentes de agotamiento. Apuestan por un cambio de estilo, una apertura hacia otras fuerzas, en particular los socialistas, y la formación de coaliciones tanto en Madrid como en Barcelona. Quieren hablar de problemas y soluciones. Prefieren poner sordina a la retórica ideológica basada en ambigüedades sobre la soberanía y la permanente invocación a las esencias nacionales que ha caracterizado al pujolismo. Para esa tarea, piensan, el hombre es Roca.
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