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Tribuna
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Los límites del crecimiento

Como en las tardes de toros, si el tiempo no lo impide y lo permite la autoridad competente, ha llegado la hora de que el calvario errático de los mercados Financieros desemboque en una expectativa aún mucho peor. Algún día escribirán las crónicas que la oleada de superávit monetario de los años ochenta se estrelló al inicio de los noventa en el lamentable muro de la intolerancia política. Los pleamares de fantasía y oropel que han arropado al yuppie como si se tratara de un niño rico entre pañales de seda, se evaporan ante un imponderable y cretino ejercicio de diplomacia bipolar. Desde las bolsas, auténtico termómetro de la actividad mundial, Bush y Sadam reflejan la tozudez de los ricos y el delirio de los pobres. Esperaremos a que en. el próximo ciclo de crecimiento, el sistema se acomode mejor a los viejos aforismos europeos que al aguerrido modo de vida norteamericano. Nadie se acuerda, pero es un buen momento para rescatar Los límites del crecimiento, el documento clarificador del Club de Roma que ya en 1972 alertaba sobre los enormes costes sociales -medio ambiente- de la carrera industrial. Un gran iceberg en cuya cúspide han figurado por este orden los gastos en armamento, la guerra de las galaxias y la crisis del Golfo.

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