¿Lejos del frente?
Se diría que Israel se encuentra tan lejos de la explosiva situación del Golfo que no le afecta fa posibilidad de guerra. Ni una sola de las personas a las que he preguntado sobre la probabilidad de un estallido bélico en el Próximo Oriente ha contestado afirmativamente. La respuesta es inevitablemente un "¡no!" más o menos firme, confiado en que sólo una locura de los gobernantes sería capaz de desatar un nuevo desastre en el mundo árabe.Los preparativos para la guerra son evidentes, el Ejército está en situación de alarma roja, el Gobierno de Isaac Shamir está dispuesto a enfrentarse a los rigores de una situación bélica, en algunas de las poblaciones principales la gente compraba en tenderetes levantados en las esquinas cinta plástica con que aislar sus ventanas de los gases tóxicos. Las cosas son así y los israelíes las aceptan con el relativo fatalismo que les impone su ciudadanía como condición inevitable.
En una apacible mañana festiva de sábado, con calor y un sol resplandeciente, la gente se bañaba en la playa de Tel Aviv, y en una de las terrazas próximas al mar bailaba al son de una estridente pletina y siguiendo las instrucciones de una entusiasta directora de ceremonias. Bailaban el pasodoble, el vals o una salsa con el entusiasmo de los domingueros, y no, como hubiera sido de esperar, con la fatalidad de las víctimas inmediatas de un pogromo en el gueto de Varsovia.
"Son idioteces de nuestros políticos", decía una mujer de cierta edad. "¿Guerra? ¡Qué va! Nosotros no vamos a empezarla. ¿Sadam Husein? Si ellos vienen aquí, saben que nosotros iremos allí".
Sin embargo, en los últimos días, la gente, en Jerusalén, en Haifa, en Beer Sheva, ha acudido en masa a los supermercados y ha dejado sus estanterías literalmente vacías. Cuando se les pregunta sobre ello contestan que lo hacen porque la situación es grave y por si acaso.
Los soldados de siempre
La vida sigue su curso sin grandes alteraciones, sin grandes manifestaciones, como si a pocos kilómetros de cualquier localidad israelí no fuera explosiva la situación en los territorios ocupados, en Gaza (en donde el viernes fueron acuchillados cuatro palestinos por otros palestinos que les acusaban de ser colaboracionistas), en la misma Jerusalén. No hay más soldados que de costumbre ni más coches patrulla.
En Arad, un pequeño pueblo del sur fundado hace 26 años en las estribaciones de las montañas cercanas a las ruinas de Masada, la única presencia militar visible es la de un joven soldado, armado con una metralleta, que habla tranquilamente con una chica en la parada del autobús. La hija de Levi Eshkol, el primer ministro que tomó el relevo de Ben Gurión en 1963, asegura que "hasta ayer estábamos tranquilos; luego, Shamir salió por la televisión para recomendarnos que guardáramos la calma y asegurarnos que el país estaba tranquilo. En ese momento empezamos a sentirnos inquietos". Ríe de buena gana.
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