Unión monetaria de dos sentidos, ya
El autor duda de que el proceso de la unión monetaria europea permita una mayor reducción de los diferenciales de inflación entre los distintos países. Cree que el proceso de convergencia entre los países comunitarios ya ha llegado al máximo y que la integración monetaria es todavía muy remota.
En los años ochenta, Europa convergió con diferentes grados de éxito en un índice bajo de inflación. El programa para los noventa prevé la unión monetaria. El interés por la integración monetaria va más allá de los estrechos beneficios económicos, hasta el objetivo central de una integración política sustancialmente acrecentada. ¿Cuáles son las perspectivas?La entrada del Reino Unido en el Sistema Monetario Europeo (SME) y la reciente conferencia de diciembre sobre el futuro de la integración monetaria plantean la cuestión de si se puede conseguir progresar más en el camino de la integración monetaria limitándose simplemente a seguir haciendo lo mismo: una política monetaria en línea con la de Alemania y la adhesión a unos tipos fijos dentro de una banda. ¿Podrá una estrategia tal conseguir un mayor estrechamiento de los diferenciales de inflación o ha llegado la convergencia a su máximo?
Nuestra respuesta es que la convergencia ha llegado al máximo, la integración monetaria total está muy remota, pero que son deseables y muy plausibles otros pasos intermedios pragmáticos. Específicamente, los tipos fijos con margen cero y las compensaciones a la par entre un grupo de países europeos centrados en Francia y Alemania es algo que podría ocurrir cualquier día, sin necesidad de mucho trabajo preparatorio.
Desde 1982 hasta finales de los ochenta la mayoría de los países industrializados experimentaron una deflación. Esto es válido tanto para los miembros del SME como para los europeos no miembros o para Estados Unidos (véase la figura 1). No existe ninguna evidencia de que el pertenecer al SME tuviera una importancia crítica, ni siquiera de que los objetivos de tipos de cambio tuvieran vital importancia. Hay una bonita historia en la credibilidad asociada con los compromisos de tipos de cambio pero, ¿qué pasa con Estados Unidos, donde la deflación fue considerable?
Resulta más plausible defender que los países compraron la deflación aceptando altos niveles de desempleo. El cuadro 1 muestra hasta qué extremo Europa aceptó el alto nivel de desempleo como mecanismo deflacionario.
La experiencia alemana
La experiencia alemana sugiere que reducir una inflación moderada resulta mucho más costoso que reducir un índice elevado de inflación unos cuantos puntos. Si esta observación es correcta, puede resultar difícil llegar a una convergencia mayor. Italia o España, o el Reino Unido, puede que simplemente no estén dispuestas a elevar sus índices de desempleo lo suficiente para reducir en tres o cuatro puntos más sus índices de inflación.
Si se excluye a Portugal y Grecia, que se encuentran lejos de la reserva, se observan claramente dos grupos en el SME. Uno, centrado en Francia y Alemania, tiene índices de inflación en torno al 2%-4%, considerándose el 4% como "inaceptablemente elevado". Existen algunas diferencias entre distintos miembros del grupo: el lazo entre Holanda y Alemania es más estrecho que el existente con Francia o Bélgica, países ambos que hasta hace poco tenían monedas débiles. Pero las similitudes surgen cuando se comparan con el otro grupo que comprende al Reino Unido, Italia y España. Esta última ha conseguido reducir la inflación hasta un 6-8%, y puede estar dispuesta a seguir intentándolo y quizá incluso con más ahínco. Pero están demostrando pocos progresos.
En donde se han utilizado los tipos de cambio para forzar la disciplina, el éxito ha sido parcial y la creciente sobrevaloración provoca problemas en el crecimiento. España podría ser el ejemplo más obvio, pero el Reino Unido e Italia entran en la misma categoría. De nuevo, existe una diferencia dentro del grupo; España puede que no pertenezca a él debido a que sobrevalora frívolamente su tipo de cambio (véase figura 2). Sin embargo, pertenece a este grupo con más derecho que a un tercero que incluye a Portugal y Grecia.
Los diferenciales de tipos de interés, especialmente para vencimientos a largo plazo, confirman la previsión de dos grupos, un club de moneda fuerte y una periferia que es probable que experimente realineaciones debido a que el control de la inflación no está funcionando rápida y completamente (véase el cuadro 2).
En esta etapa se pueden trazar tres opciones básicas para llegar a la integración monetaria:
- La primera pospone cualquier cambio institucional en el sentido de la integración monetaria formal -bancos centrales independientes, conjuntos y, por supuesto, una moneda conjunta- hasta que se haya conseguido una convergencia sustancial para un amplio grupo que incluye al Reino Unido e Italia.
Esta opción es consecuente con el trabajo que se desarrolla actualmente sobre la estructura definitiva de las instituciones comunes que incluye una definición muy precisa de las precondiciones para iniciar el cambio a la integración. Pero las conversaciones serían futuristas, dado que tratan de lo que ocurre una vez se haya alcanzado la convergencia. Entre los criterios a seguir para iniciar la transición estaría, por supuesto, la convergencia inflacionaria pero también, muy probablemente, una prueba fiscal. Se tiende a asociar esta postura con el Bundesbank. Alemania -tanto el Bundesbank como el Gobierno- espera calurosamente la integración monetaria, siempre y cuando sea distante y sujeta a unas condiciones rígidas e inverosímiles.
Calendario abierto
Dado que ante tal acuerdo el calendario queda abierto y la transición no depende del éxito de un solo país, sino más bien de la convergencia de la mayoría de los miembros, los incentivos para avanzar resultan tremendamente difusos. Por ejemplo, por muy duramente que Italia pueda luchar contra la inflación, si el Reino Unido no hace un esfuerzo similar, el tren no saldrá.
- La segunda opción acepta la situación actual de convergencia y pasa a un calendario prefijado para institucionalizar la integración monetaria. Se esperaría una mayor convergencia inflacionaria, pero podría no surgir espontáneamente del compromiso y cumplimentación de la integración monetaria.
Italia está a favor de esta solución. Ya se ha gastado demasiada energía en definir la estructura de poder de la unión monetaria y cómo reducir el predominio monetario alemán. Los efectos de credibilidad que se derivan del mero hecho de la unión monetaria se mencionan como el factor clave para reducir la inflación. Y si así no fuera el caso, ¿qué pasa porque el índice medio de inflación de Europa llegue al 5% en lugar de quedarse en el 3%?
Afortunadamente, los países con divisas fuertes, especialmente Holanda y Alemania, no sienten ninguna simpatía por esta no-solución.
- Un restringido grupo de países que están de acuerdo en pasar a la toma de decisiones monetarias conjuntas y a los márgenes cero en sus tipos de cambio podrían adoptar una tercera solución provisional. Este acuerdo no excluiría formalmente a nadie, pero la convergencia total sería una precondición para participar, independientemente de cómo se haya conseguido. El acuerdo no perjudicaría a la construcción de las instituciones monetarias europeas. Simplemente se colocaría pragmáticamente a la cabeza para sellar la convergencia y cosechar sus beneficios para aquellos países que ya la han conseguido.
Esta tercera opción ofrece una importante posibilidad práctica: se puede dar un fuerte empujón a la integración monetaria, se puede ganar experiencia y se pueden conseguir beneficios prácticamente a ningún costo. El único coste sería la crisis en los países de divisas débiles. Una crisis así sería bien recibida, dado que nada excepto un cambio fundamental en la política inflacionaria puede ayudar a alcanzar una mayor deflación en el Reino Unido o en Italia.
Rudiger Dornbusch es profesor de Macroeconomía del Massachusetts Institute of Technology.
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