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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La segunda muerte de Carlos Barral

El 12 de diciembre de 1989 moría Carlos Barral, víctima de su propio estado de salud. El 12 de diciembre de 1990, primer aniversario de aquella su primera muerte, fue también el día de su segunda muerte, una muerte provocada por la prensa. El día 13 de diciembre y en la página 20, titula este periódico: "González respalda a Guerra y dice que sus palabras Ilaman más la atención' por ser el vicepresidente". Por encima de este titular corre, en caracteres más pequeños, la frase siguiente: "Ramallo, indignado porque el vicesecretario del PSOE no responde sobre su hermano". Una mala foto ilustra el artículo de tres cuartos de página en la que aparece el vicepresidente Guerra en primer plano y, detrás de él, la viuda de Carlos, Yvonne, su hija Danae y su nieto Malcolm. Para quienes estuvimos presentes, la foto reaviva el recuerdo de uno de los actos conmemorativos más finos y sentidos a los que tuvimos la tristeza de asistir.Salvo la cláusula subordinada "tras asistir en el Senado a un acto en homenaje póstumo al ex senador y escritor Carlos Barral, fallecido hace un año", en vano buscará el lector en el texto la menor referencia a la naturaleza del acto ni a las palabras allí pronunciadas. En vano, la menor referencia al libro editado para esa ocasión por el Senado. En vano, el porqué de la presencia de quienes aparecen en la foto. El artículo habla de lo de siempre, ahonda una supuesta indignación del lector ante un supuesto mal comportamiento de Alfonso Guerra e informa copiosamente sobre un cúmulo de comentarios, dimes y diretes que se asemejan mucho al chafardeo de azotea y muy poco a la información.

Desde luego, no es esto lo grave. Un periódico, mientras estemos en régimen de libertades y Estado de derecho, no tiene por qué avergonzarse de reproducir malos chistes de unos y otros, y, con ello, reflejar la temperatura y envergadura de quienes se postulan como aptos para asumir el manejo de la cosa pública.Pero lo que sólo puede ser calificado como "pornografía periodística" es la gratuidad de mezclar esa foto del homenaje a Barral con el relamido tema de la familia Guerra. Quienes estuvimos en el acto sabemos -por haber sido mil veces víctimas- lo pesada que resulta la prepotencia de fotógrafos y carnarógrafos, lo molesta que resulta su cháchara técnica ("¿Te apartas, por favor?", "Espera que la tele vuelva a encender los focos", "¿Te sobra un carrete?") y la indignación que se siente cuando, ante la viuda de Barral, le preguntan a Guerra qué piensa de la muerte de... ¡Conchita Piquer!

De todos modos, el periodista entra en estos actos con algo parecido a una patente de corso, todo está permitido o tolerado, y ello forma parte, seguramente, de la ley de la libertad de prensa.

Pero, ¿y el jefe de Redacción? ¿En dónde estaba, para impedir el aprovechamiento deshonesto de una ocasión más íntima que pública, por mucho que haya tenido lugar en el Salón de Pasos Perdidos del Senado?

La segunda muerte de Carlos Barral consiste precisamente en eso: en que, con imperdonable alevosía, se le conceda menos trascendencia al senador-poeta que a la grosera trifulca política, utilizando sin escrúpulos la sensiblería de una mala foto y pisoteando a sabiendas la memoria de quienes allí estuvimos, acompañando a Malcolin, Danae e Yvonne. -

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