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EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

'Saudí libre' al anochecer

Los extranjeros se las ingenian en Arabia Saudi para elaborar bebidas alcohólicas caseras

ENVIADO ESPECIAL La receta es muy sencilla: tres o cuatro cubitos de hielo, una raja de limón, tres dedos de siddiqui (aguardiente de arroz de fabricación casera) y lleno hasta el borde de pepsi-cola. De este modo preparan los extranjeros su cóctel favorito; el único que toman en Arabla Saudí y que han bautizado con el nombre de saudí libre. Como el cubalibre, pero sin ron. Como ocurre en todas las dictaduras, en Arabia Saudí también hay formas de saltarse a la torera las duras reglas que dominan el país.

La monarquía saudí prohibe, desde tiempos inmemoriales, la fabricación, distribución o consumo de bebidas alcohólicas. Las costumbres islámicas se siguen a rajatabla y los residentes (nacionales o extranjeros) son detenidos por poseer estas bebidas, o simplemente haberlas ingerido, y castigados automáticamente, sin juicio alguno, con 80 latigazos. Uno detrás de otro. Basta que un análisis de sangre ofrezca un mínimo porcentaje de alcohol en el organismo para ser culpable.Sin embargo, en Arabia Saudí se bebe. Nadie quiere hablar de ello, pero las bebidas alcohólicas forman parte de la vida cotidiana en los guetos en los que viven los trabajadores extranjeros. Tanto los occidentales, llegados al país para ocupar puestos de responsabilidad o mandos intermedíos en las empresas multinacionales y saudíes, como los orientales venidos a la península arábiga como mano de obra barata y dócil. Unos y otros se las han ingeniado para tener bebidas alcohólicas en sus despensas.

Casi nadie se atreve a importar esas bebidas de contrabando. Es más fácil elaborar los licores de forma casera. 4unque también es posible encontrar whisky escocés perfectamente embotellado. Después de bromear durante algunos días con empleados de hoteles- o restaurantes pidiéndoles una copa, siempre hay alguno que ofrece una botella recién importada por unos 400 riales saudíes (12.000 pesetas), o un litro de aguardiente casero por 200 riales (6.000 pesetas).

Beber en el gueto

Sin embargo, son muy pocos los que se arriesgan con el mercado negro de licores. Es más fácil hacerlo en casa. Sobre todo, si como sucede en Arabia Saudí los extranjeros viven en pequeños guetos alejados de la población local y cerrados al exterior mediante vallas y guardias de seguridad. Los europeos y norteamericanos están instalados en compounds de viviendas prefabricadas unifamillares de una sola planta (entre 30 y 50 en cada gueto), en los que comparten una especie de club social con piscina, pista de tenis y barbacoa para pasar el rato.

El aburrimiento se mata con bebidas alcohólicas. Aquí las diferencias sociales no importan. Comprar uvas o arroz y procesarlo hasta convertirlo en vino o aguardiente, no requiere grandes inversiones. Bastan unas rudimentarias cubetas, algún sótano en donde esconder la herramienta y un poco de valor. En uno de los compounds de una empresa extranjera instalada cerca de Dahran acaba de comenzar el party. Matrimonios de todas las nacionalidades (ingleses, franceses, polacos, suecos, italianos ... ) charlan alrededor de la piscina, mientras el humo de las barbacoas inunda todo el vecindario de olor a langostinos y chuletas.

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Detrás de las bandejas de refrescos hay algunas botellas aparentemente llenas de agua. Sin embargo, el improvisado barman echa sobre el hielo y el limón dos, tres o cuatro dedos de esa bebida transparente, antes de llenar el baso hasta arriba de pepsi-cola. Todos toman saudi libre, o una copa de vino casero y el ambiente se va animando en una noche clara de estrellas, algo fresca ya comparada con los calores del verano.

En los compounds de occidentales se pueden encontrar dos tipos de bebidas alcohólicas: vino o aguardiente. Ambos son elaborados artesanalmente y su sabor no es nada refinado. El vino, tinto o blanco, es más ácido de lo normal, mientras que el aguardiente de arroz (llamado siddiqui) tiene un sabor que puede parecerse al vodka o a algún aguardiente nórdico; aunque con pepsi-cola no entra mal. Según cuentan algunos de los residentes extranjeros, casi nadie abusa del alcohol. Nadie oculta, sin embargo, que a medida que pasa el tiempo aumentan los casos de alcoholismo. Especialmente entre las mujeres de los emigrantes occidentales, recluidas en los compounds y condenadas a una existencia aburrida y sin posibilidades.

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